La directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma de Coahuila, Karla Valdés García, comentó que en el pasado, por factores económicos, de desarrollo y de ubicación geográfica, los mexicanos eramos colectivistas: le dábamos más importancia a la familia, a los amigos y a la solidaridad; pero ahora estamos migrando hacia una sociedad individualista en la que los dispositivos electrónicos, como el teléfono celular, generan procesos que hacen que cada día nos relacionemos menos de manera directa con otras personas.
“Ahora nos comunicamos virtualmente -explica-, porque eso nos da cierta seguridad, cierto control sobre nuestros interlocutores. Si tengo un amigo virtual le cuento lo que le quiero contar, le miento si le quiero mentir, digo lo que quiero decir de mí, lo que no puedo hacer durante un contacto personal”.
Agrega que en la actualidad, ciertos dispositivos son utilizados indebidamente por los padres como instrumentos para controlar a los hijos o imponer disciplina (“si no lo tengo no te controlo, no te puedo restringir o premiar”), e increíblemente hay casos en que hasta un simple llamado a la mesa se hace a través del teléfono móvil aunque los hijos se encuentren en la misma casa.
Podría decirse, señala Karla Valdés, que muchos niños vienen genéticamente programados y los hay de dos o tres años que ya muestran destreza en los dedos para deslizar una fotografía y hasta para moverse en una página de internet.
Niño que no juega, adulto en problemas
Ya no practican los juegos tradicionales y ese es uno de los factores más graves. Los juegos que se encuentran en los celulares y otros dispositivos no estimulan al menor de la misma forma, señaló.
“El juego en el niño es fundamental porque con él desarrolla aspectos físicos, psicológicos y sociales muy importantes. Un niño que no juega es con seguridad alguien que tendrá problemas en el futuro: será torpe motrizmente, su léxico no se desarrollará adecuadamente y su capacidad cognitiva se verá frenada en algunas áreas, además de que tendrá dificultades en sus relaciones interpersonales.
“Ésta es una situación que se tiene que detectar a tiempo, pues de lo contrario esos niños van a ser adultos con problemas psicológicos, individualistas, sin capacidad para trabajar en equipo y hasta para entablar una conversación cara a cara. Además, puede causar introversión y baja autoestima”, reiteró.
La psicóloga agregó que algo que se observa recurrentemente en quienes utilizan el celular es la expresión a través de los “emoticones” (pequeños iconos que sirven para expresar emociones). “Ya no necesito decir estoy triste, simplemente mando una carita. Eso puede provocar pobreza en la expresión verbal y escrita”, explica.
Comenta que hay personas que simplemente por no tener carga o por no llevar con ellos su dispositivo se desesperan y sienten ansiedad y otros malestares propios de una adicción.
“Son cuestiones cognitivas, emocionales y sociales que tenemos que detectar oportunamente para evitar repercusiones en la vida de las personas”, advirtió la directo- ra de la Escuela de Psicología.
Los efectos en adultos jóvenes
La especialista dijo que en el caso de los adultos de temprana y mediana edad se observa que el uso del celular ocupa más tiempo y que eso puede dañar no solamente las relaciones interpersonales sino al individuo mismo, pues altera los patrones de sueño. “Las ondas que emiten los aparatos electrónicos modifican en algunas personas los ciclos de sueño-vigilia, provocando insomnio”, precisó Valdés García.
“Sin embargo, un adulto sí necesita el celular por cuestiones de trabajo, para hacer y recibir llamadas y mensajes, pero un niño no”, aclaró.
Vacíos afectivos
Dependiendo de la etapa en la que se encuentren, es posible que para las personas mayores el uso del celular sirva para llenar “nidos vacíos” o carencias afectivas en la familia, que se presentan generalmente luego de una jubilación o cuando los hijos ya no están.
En dichos casos, al anexarse a una red para buscar amigos, las personas mayores creen encontrar una solución a su soledad, a la falta de contacto con sus seres queridos, solo que la calidad de ese contacto es muy diferente.
En concreto, hay necesidades emocionales que obviamente nunca se podrán llenar como si las personas se relacionaran de manera directa, cara a cara.
“Por supuesto que no debemos satanizar al teléfono celular, porque es una tecnología muy importante que da acceso a muchas cosas: nos permite ser más productivos, nos da información, nos facilita mucho la vida, pero tenemos que aprender a utilizarlo de manera inteligente y no convertir su uso en una adicción”, puntualizó.
LAS RECOMENDACIONES:
Utilizando responsablemente los dispositivos móviles se podrían evitar daños a la salud y al ambiente.
– Limitar el uso del celular, disminuyendo el tiempo de uso todo lo posible.
– Alejarlo del cuerpo usando auriculares o manos libres.
– Apagarlo en la oficina o en casa y manejarse con el teléfono de línea.
– Usarlo, si fuera necesario, sólo al desplazarse o viajar.
– Es preferible mandar mensajes de texto en lugar de hablar.
– No llevarlo pegado al cuerpo. Transportarlo en la cartera o mochila.
– Los niños y adolescentes no deberían usar celular.
– No dejarlo encendido durante la noche al lado de la cama.
– No usarlo al manejar, no sólo por los daños al cerebro, sino también porque aumenta el riesgo de accidentes.
– No usarlo cerca de dispositivos médicos como marcapasos o desfibriladores implantables; puede interferir en su funcionamiento.
FUENTE: Instituto Superior de Ciencias de la Salud.
OPB