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Los impunes

03 de Septiembre 2018

Saltillo, Coahuila / 3 septiembre 2018

Tras la noticia

Por: Alfredo Dàvila Domínguez

Prácticamente todos los días tenemos noticias respecto a que en tal o cuál país, de que en tal o cual estado o municipio de México han sido sometidos a proceso y condenados funcionarios y ex funcionarios gubernamentales acusados de diversos actos de corrupción. Desde malversación de fondos públicos, hasta sobornos millonarios por adjudicaciones de obras, las formas de obtener ganancias ilícitas desde los cargos gubernamentales tienen una gama casi infinita de variantes.

Plantear esta realidad en los tiempos actuales puede parecer un  ejercicio ocioso y hasta sin sentido. Es la realidad de la administración pública, dirán algunos;  es una forma de vida que forma parte de nuestra cultura y esencia, filosofarán otros y otros más argumentarán que la rapiña desde cualquier nivel de autoridad pública, constituye una manera de equilibrar la enorme brecha que existe entre unos pocos que todo lo tienen y una inmensa mayoría que carece de satisfactores elementales.

En fin, más allá de tratar de encontrar un sentido a los actos de bandidaje y saqueo, desde las instancias gubernamentales, me parece más práctico y sensato, plantear aquí y ahora porque no somos capaces como sociedad de castigar las formas de corrupción que, como ya apuntábamos tienen una infinidad de variantes. ¿Por qué la sociedad no toma acciones para exigir el castigo a  la clase política que roba y miente? ¿Qué oculto mecanismo, nos lleva a perdonar y hasta justificar los abusos terribles de autoridad de hombres y mujeres perpetran en contra de los intereses de las mayorías?

No sé si algún día seamos capaces de encontrar la respuesta. Pero si lo arriba descrito aplica casi a cualquier lugar de la república mexicana, en nuestro estado Coahuila, en general y en algunos municipios del estado en particular alcanza dimensiones verdaderamente grotescas e inexplicables. Parece increíble que en la tierra de Madero y Carranza, de Ramos Arizpe y De la Fuente, los ciudadanos seamos capaces de soportar, alzar la voz y exigir justicia, la depredación que por décadas ha llevado a cabo, de manera sistemática, la clase política que nos ha gobernado.

Resulta vergonzante e ignominioso ser testigos pasivos e impotentes de los abusos y cinismo de políticos y gobernantes, que en cuanto acceden al poder se comportan como tiranuelos, olvidándose de la democracia y el compromiso con la sociedad, gobernando a su capricho y antojo.

No podemos darnos el lujo de voltear los ojos a otro lado y ser cómplices pasivos de una clase política rapaz. No podemos olvidar como desde la anterior administración estatal hubo hombres – Luna Canales, Rodolfo Zamora, José Vega y un larguísimo etcétera que luego nos encargaremos de nombrar, uno a uno – y mujeres – María Monsiváis, Yezca Garza y otro etcétera – que solapados y alentados por su jefe superior cometieron tosa suerte de tropelías y abusos en contra de los ciudadanos y sus intereses.

Y qué decir de la anterior administración municipal de Saltillo, donde la magnitud del saqueo se equipara con la soberbia y el cinismo de personajes siniestros  como de los dos tesoreros, que contra viento y marea sostuvo Isidro López. O de los turbios negocios que se fraguaron en la oficina de Fernando Pérez-Charles en Desarrollo Urbano. Y el sinnúmero de irregularidades en el DIF municipal en donde reinaba sin oposición Iván Guerra. Una administración de saqueadores que depredó las arcas del municipio.

Y ante eso ¿qué hacemos los ciudadanos de Coahuila y de Saltillo?, me temo que nada, excepto criticar y despotricar por lo bajo, en la seguridad de los corrillos familiares y de amistades, que tienen en común la cobardía y la hipocresía.

Y todavía nos preguntamos porque los políticos y funcionarios deshonestos siguen impunes!

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