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Maternidad y soledad

Cyntia Moncada. Foto: Especial

Cyntia Moncada. Foto: Especial

06 de Octubre 2021

CYNTIA MONCADA

Nunca voy a olvidar el primer día que estuve con Matatena en un hospital charlando y acompañando a adolescentes embarazadas. Recuerdo que como parte de una dinámica la tallerista les preguntó qué sintieron cuando se enteraron que estaban embarazadas. La mayoría respondieron: “me dio miedo, pero supe que nunca más estaría sola”. 

Desde entonces no puedo evitar pensar en su soledad. Cómo nos estamos acercando a las adolescentes que son madres, cómo las estamos atendiendo en el sentido que Cristina Zurutuz, investigadora feminista lo expresa, “Atender a la niña es –dice– estirarse hacia ella, construir junto con ella ese espacio y tiempo donde hablarse a sí misma, escucharse y entender lo que está pasando”. 

Hace falta hablar más de las adolescentes que, por falta de acceso a la interrupción del embarazo o por decisión, se convirtieron en madres, quién les da contención, acompañamiento, tiempo y escucha en la etapa que están viviendo.

Si el puerperio es de por sí un momento difícil, lo es aún más para una adolescente que, al momento de dar a luz, ya ha sido desvalorizada en distintos escenarios: cuando tuvo que hablar con su familia para contarles del embarazo; cuando todos se sintieron con la libertad de opinar sobre su cuerpo; cuando fue juzgada, discriminada y violentada, incluso por aquellos que deberían brindarle información (como los médicos o sus maestros),  y cuando se le negaron las herramientas para decidir. 

Es importante recordar que detrás de las cifras, hay cientos adolescentes con historias particulares y miedos, que apenas han tenido tiempo de asimilar lo que está pasando y ya tienen que hacerse cargo de una niña o niño, cuando en ocasiones ellas también lo son ¿Cómo nos estamos acercamos a ellas?

Porque si una niña se convierte en madre antes de los 15 años significa que algo estamos haciendo mal, pero si una de cada tres adolescentes es madre por segunda o tercera ocasión antes de cumplir 20, ¿qué estamos haciendo?

Es necesario pensar en políticas públicas que se enfoquen en el seguimiento de las adolescentes que ya dieron a luz (y que no se limiten al asistencialismo y al maternalismo de los “cursos para aprender a ser madres”), que les brinden acompañamiento durante los primero años de vida de su hija o hijo. Es urgente acompañar, escuchar y, sobre todo, atender a las niñas y adolescentes que ya son madres; escuchar sus voces, promover y respetar su dignidad. 

Quizá las adolescentes con las que platicamos en el hospital no se imaginaban que la verdadera soledad apenas comenzaba, porque después del parto dejan de ser dejan de ser la cifra, la nota, el tema de conversación, el romanticismo mal encaminado de la espera y se quedan solas asumiendo una responsabilidad que apenas han tenido tiempo de entender.