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Convicciones | Los jesuitas en el teatro

Rubén Aguilar Valenzuela. Foto: Especial

Rubén Aguilar Valenzuela. Foto: Especial

23 de Mayo 2023

Rubén Aguilar Valenzuela

El jesuita Enrique González Torres, como productor, y Luis de Tavira, que fue jesuita, como director, han llevado al teatro tres obras relacionadas con la Compañía de Jesús y la historia de jesuitas en lo particular.

 

En 2011 montaron la obra “La expulsión” sobre la supresión de la Compañía de Jesús en la Nueva España, por orden del rey en 1767, y la vida del historiador jesuita novohispano Francisco Javier Clavijero (1731-1787).

 

El corazón de la materia”, obra de 2018, cuenta la historia del jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), que fue paleontólogo, filósofo y un extraordinario teólogo.

 

Ahora, en 2023, presentan la obra Matteo Ricci una puesta en escena de Luis de Tavira en colaboración con Jorge A. Vargas. El texto es del propio De Tavira en un trabajo conjunto con José Ramón Enríquez y José María de Tavira.

 

La obra cuenta la historia del jesuita italiano Matteo Ricci (1552-1610), personaje del Renacimiento, que fue misionero, astrónomo, matemático, cartógrafo y científico. Vivió en China 30 años en la época de la dinastía Ming.

 

Hombre abierto al pensamiento y a las otras culturas. Estudió a profundidad a Confucio y comprender su pensamiento fue clave en su tarea de dar a conocer a Jesús al mundo de la cultura China.

 

Ricci y sus compañeros de la comunidad de jesuitas en Pekin emprenden el estudio de la milenaria cultura China, por la que tenían un gran respeto, y aprenden su lengua. Quieren comunicarse en directo con quienes buscan encontrarse y compartir.

 

La obra establece un diálogo entre el pasado y el presente cuando articula la historia de Ricci con el caso del asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en la misión de Cerocahui en Chihuahua, el 20 de junio de 2022. Estos jesuitas, al igual que Ricci en el siglo XVI, establecieron un intenso intercambio con la cultura rarámuri, por la que tenían gran aprecio.

 

“Ante los hechos trágicos de Cerocahui, en las montañas de la Tarahumara, no solo se actualiza la figura de Ricci en esta vocación por hacer de una cultura ajena su lugar de residencia espiritual, social, cultural e incluso política, sino que también nos interroga sobre el verdadero sentido de desplazarse con honestidad y sin restricciones hacia lo otro y los otros”, comenta Jorge A. Vargas.

 

Y afirma que el mentor de Ricci, el también jesuita Alessandro Valignano, le hace ver “que para poder integrarse a la cultura china habría que volverse chino, no solo imitar la cultura, sino desplazarse del lugar, salirse de donde se está. Eran extremadamente peligrosos como contrarios a las estrategias católicas de la época. La Compañía de Jesús siempre se ha interesado en el conocimiento, en construir un perfil de jesuita culto, enterado del mundo, y con pensamiento religioso”.

 

La puesta en escena se articula con diez actores, cinco hombres y cinco mujeres, que interpretan a decenas de personajes. La concertación que realizan los directores del conjunto de los elementos que integran la obra está muy bien lograda, y se podría calificar de genial. Philipe Armand con su escenografía e iluminación, que incluye nuevas tecnologías, logra uno de sus mejores trabajos en su ya larga trayectoria.

 

Es fundamental la música en vivo ejecutada por Jesús Cuevas, la composición coral de Juan Pablo Villa y el diseño sonoro de Joaquín López Chapman, Jesús Cuevas y Pedro de Tavira. Y también las máscaras y autómatas creados por José Pineda y las marionetas de Susana López Pérez, Grisel Gómez Murueta e Irving Sanser. Llama la atención el deslumbrante vestuario de la dinastía Ming, del siglo XVI, diseñado por Carlo Demichelis y Jeildy Bosch.

 

Las y los actores, que realizan una gran interpretación en todos los personajes que caracterizan, memorizaron sus parlamentos en chino mandarín. Un lingüista chino ayudó a corregir la pronunciación y entonación y dio fe de que los actores en sus intervenciones en chino lo hacen realmente en esa lengua.

 

La obra, así la vi, se propone como un homenaje a los jesuitas que integran la Orden de la Compañía de Jesús fundada por san Ignacio de Loyola y sus compañeros en 1540. El padre Ricci en la China del siglo XVI, y los padres Campos y Mora, en el México del siglo XXI, son hijos de esa tradición, la ignaciana, que tiene ya 500 años. Una poderosa propuesta de cómo vivir el cristianismo. Es un homenaje, pero no una apología.

 

Para la construcción del argumento, de la historia que se cuenta, hay que decir que Luis de Tavira, en compañía del jesuita Enrique González Torres, viajó a China, para conocer los sitios donde estuvo el padre Ricci y entrevistarse con estudiosos de este personaje. Y luego, en Roma, estuvieron en el Archivo Histórico de la Compañía de Jesús, para conocer la obra de Ricci y también se encontraron con especialistas del jesuita.

 

Para entender mejor lo que había pasado en la Sierra Tarahumara y saber más de los padres Campos y Mora, a quien De Tavira había conocido en su época de jesuita, viajó a Cerocahui, para entrevistarse con los integrantes de la comunidad en la que vivían. Estos viajes hablan del rigor en la construcción teatral, sin duda admirable, de quien en 2019 recibió la Medalla Bellas Artes en el campo del teatro.

 

La obra se puede ver en el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes, hasta el 11 de junio. Las funciones son de miércoles a domingo. En la mesa de cortesías, a la entrada del teatro, se pueden obtener boletos gratis. No se la pierdan. Estoy seguro que les va a impactar.

 

Twitter: @RubenAguilar