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Entre cruces y recuerdos. Noé, el limpiatumbas solitario

Foto: Especial

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02 de Noviembre 2021

CHRISTOPHER VANEGAS

En el panteón Santiago yacen su madre, su padre y su hermana, cada año los visita, limpia la tumba y luego de realizar las oraciones deambula por el camposanto en busca de trabajo. En una mano la escoba, en la otra un balde con agua y en su andar los vestigios de una vida solitaria.  Así pasa Noe el 1 y el 2 de noviembre, trabajando donde otros descansan. 

Para él, como para muchos mexicanos, el día de muertos es un día de respeto, de recordar a los suyos, pero también representa una oportunidad para subsistir, para sacar unos cuantos pesos para sus gastos y sobrevivir.  

El primero de noviembre sale con el sol, deja su casa en la colonia la Peñita y atraviesa la Minita, Guayulera y el Valle de las Flores hasta llegar al panteón Santiago. 

Visita a su padre desde hace 30 años y, desde entonces, a los cinco años, comenzó a trabajar en los panteones para ayudar a su madre con los gastos de la casa, limpiando tumbas ajenas, ayudando a que el paso del tiempo y el olvido se disimulen.  

Pero el tiempo, que no perdona, hizo lo suyo, a los 15 se quedó huérfano de madre, la enterraron junto a su padre, una razón más para llegar a este camposanto, convirtiéndose casi en un ritual anual, el visitarlos y después ponerse a trabajar, ahora para ayudar a sus hermanos a sobrevivir. 

Le tiene afecto al panteón, no solo porque le da unos pesos para vivir, sino porque además de sus padres ahí está su hermana mayor, la que lo cuidó después de quedar huérfano, una prima y varios de sus amigos. 

Así que lo primero que hace es visitar a los suyos, recordarlos y luego con escoba y tina en mano comenzar a trabajar, junto con otras 20 personas, aproximadamente, para dejar las tumbas lo mejor posible. 

Así que la jornada comienza desde temprano y acaba hasta tarde, yendo y viniendo desde los grifos hasta las tumbas, rasgando con el suelo la escoba, escuchando las historias de decenas de muertos a través de quienes lo contratan. 

Su tarifa no es fija, cobra lo que sea la voluntad de quienes le piden ayuda y así logra sacar hasta 2 mil 500 pesos, por los dos días, o al menos es la última referencia que tiene antes de la pandemia. 

Y es que el año pasado no pudo trabajar, por la pandemia, incluso no visitó a los suyos, porque iba a sentir raro el no poder limpiar tumbas de extraños, que le ayudarían a su economía.  

Así que en estos dos días trabajará desde que abren hasta que cierran el panteón, porque, dice, no le teme al campo santo, ni siquiera en la noche, le teme más a los vivos porque ellos, en un descuido, dice que lo podrían mandar con sus seres queridos.