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Enfoque

Foto: Especial

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16 de Julio 2019

Por: Eduardo J. De La Peña

Son insuficientes las disculpas oficiales a Fray Raúl Vera López ante los hechos que ocurrieron el jueves anterior en el aeropuerto de Monterrey, donde militares, que presuntamente tenían su nombre apuntado en una libreta, abordaron e interrogaron al Obispo de Saltillo, tomando además nota de la matrícula del auto en que viajaría de regreso a Coahuila.

Que el Secretario de Seguridad Pública federal le haya dicho a Monseñor Vera que ese no es el papel de los militares, y que el Jefe de Región reconozca que quienes abordaron al prelado se excedieron en sus funciones, no hace sino confirmar que estamos ante un caso grave.

No es novedad que el gobierno dé seguimiento a los actores políticos relevantes, pues aunque el presidente López en una más de sus promesas haya dicho que no habría espionaje político, se entiende que se siga haciendo, como en todo el mundo, pues la información de inteligencia es elemental para la gobernabilidad.

Lo grave es que del seguimiento, monitoreo, o espionaje, como se le prefiera llamar, se pasa a la intimidación. Pues no puede hablarse de otra cosa cuando elementos uniformados y armados le hacen tangible a Fray Raúl Vera que lo están vigilando.

Un comunicado de la Diócesis de Saltillo relacionó los hechos con el 13 aniversario del caso Castaños, que con tanta vehemencia denunció el Obispo en su momento. La violación de varias mujeres a manos de un grupo de soldados que rompieron su guardia en instalaciones de una junta distrital electoral que debían custodiar y se fueron de parranda.

En entrevistas Monseñor Vera plantea su teoría de que alguno de los implicados haya ascendido dentro del Ejército y tenga el nivel de mando como para hacerle llegar el mensaje de que el asunto no está olvidado.

Sin embargo pudiera haber otras razones para lo ocurrido, no se pueden soslayar las relaciones del Obispo con el zapatismo, un movimiento con el que no ha alcanzado entendimiento el actual gobierno, y que si bien a  nivel nacional ha perdido fuerza, para el presidente López sigue teniendo relevancia.

En sí cualquiera de las homilías de Vera López es incómoda para todos los gobiernos, y el de López Obrador no es la excepción. Basta con citar la pronunciada el miércoles previo a los hechos, en la peregrinación a la Basílica de Guadalupe: “Hay que salir a la calle en búsqueda de hacer el bien y promover la libertad que tanto nos hace falta”.

¿Qué sigue entonces a las disculpas?, todo exceso de una autoridad debe sancionarse, y más en una institución en la que la disciplina es fundamental y no puede tolerarse que alguien se exceda en sus funciones.

La Secretaría de la Defensa Nacional debe proceder e informar con claridad, limpiar el nombre de la institución en este asunto y señalar a los responsables. El silencio que ha habido hasta ahora deja la responsabilidad en el nivel de un acto represivo del aparato del gobierno, y la sociedad no debe permitirlo hacia nadie, simpatías o antipatías aparte con la víctima de la intimidación.16

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