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Enfoque

Foto Especial

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01 de Octubre 2019

Por Eduardo J. De La Peña

Uno de los pasivos, de los muchos pasivos, que arrastra México es el de la baja inversión en estímulos a la investigación e innovación en ciencia y tecnología.

Sin importar que en la ley está previsto un porcentaje mínimo que se debe destinar a ese rubro en el presupuesto federal, y sin considerar tampoco que estamos en una tendencia contraria a la que siguen las naciones en desarrollo, cada año se recortan más los recursos disponibles para este concepto.

Esta realidad no es desconocida para quienes toman las decisiones en materia presupuestal, o al menos se supondría que las toman pues la facultad legal es de ellos, y nos referimos a la Cámara de Diputados, que entre sus muchos órganos técnicos tiene un Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, el cual ha documentado esa tendencia a la baja que se acumula desde 2012.

Una tendencia que se mantiene en el proyecto de presupuesto para 2020, en el que se habla de una reducción del dos por ciento frente a este año, con absurdos tan enormes como el no contemplar asignación alguna para programas como el de “Innovación tecnológica para incrementar la productividad de las empresas”, tampoco lo hay en lo relacionado con Agricultura y Desarrollo Rural. 

El tema quizá parezca lejano, y no faltará quien opine que habiendo tantas carencias en el país y tan apremiantes de poco o nada sirve destinar dinero a científicos e investigadores, cuando lo que la gente necesita es vivir dignamente, con salud, en un entorno seguro y tener para comer.

Pues precisamente para alcanzar esos satisfactores elementales nos deberían servir la ciencia y tecnología, y para eso sirven de hecho, pero si no se canalizan los recursos necesarios para estimular los talentos mexicanos  a innovar y desarrollar nuestras propias soluciones, seguiremos condenados a los empleos mal pagados, a ser simples maquiladores, y a seguir importando, y pagando caros, los avances que sí se están dando en otras partes del mundo.

Pareciera que en este regateo de inversión pública a investigación e innovación, más que una falta de visión hay perversidad de un sistema que prefiere seguir repartiendo recursos en programas sociales.

No les conviene que haya desarrollo, progreso y crecimiento económico, la permanencia de quienes nos mal gobiernan depende de su habilidad para sostener una estructura electoral, y eso peligra cuando la gente ya no depende del subsidio del gobierno para vivir.

Reparten migajas para que el país siga en el subdesarrollo. ¿Cuánto tiempo más se los vamos a permitir?.

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