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Sin rumbo

FOTO: Especial

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14 de Noviembre 2022

Israel Mendoza Pérez

Rosario Piedra Ibarra, titular de la CNDH, tiene un remedo de institución. A tres años de llegar al organismo garante de la defensa y promoción de los derechos humanos, la comisión sufrió un atorón administrativo e ideológico, con resultados peligrosos en su credibilidad.

Convertida en una institución afín a la cuatroté y con una estructura cargada a intereses de Morena representados por Rosario Piedra y del Partido del Trabajo por el secretario Ejecutivo, Francisco Estrada Correa, la comisión opera bajo un esquema politizado más pegado a las costumbres de los colectivos de corte radical que a una institución de prestigio.

Francisco Estrada Correa tiene nexos políticos con el histórico propietario del PT, Alberto Anaya. Partido dedicado a vivir a costillas de partidos o expresiones de la izquierda trasnochada en el país. Ahora, el funcionario es abiertamente morenista. Esa serie de intereses políticos impiden que la CNDH trascienda en un organismo con mayor fuerza y contrapeso.

Lejos de fortalecer sus recomendaciones, el actual debate se divide entre los escándalos laborales internos generados desde la Secretaría Ejecutiva y la inclinación a la defensa de la reforma electoral del  Ejecutivo. Así como la enorme incongruencia de darle el beneplácito a la extensión de la militarización cuando los años de lucha de la familia Ibarra de Piedra eran en sentido contrario.

Y es que las circunstancias, el perfil y la relación, de la presidenta Rosario Piedra Ibarra en la presidencia de la comisión y sus vínculos con el Ejecutivo, pusieron en serias dudas la independencia de la CNDH. En la actualidad se quebranta uno de los pilares de la comisión: la autonomía. Se le cedió el paso a la complacencia de las decisiones del gobierno.

La CNDH es una institución necesaria para generar contrapesos, pero el perfil actual impide dar un paso extra que es el darle más fuerza a las recomendaciones. En este momento, la confrontación está más álgida entre la comisión y el senado de la República. La coyuntura y los compromisos políticos incluso lograron que pudiera cambiar el nombre a defensoría del pueblo como era la idea original a la llegada a la CNDH.

Otro punto a mostrar esa debilidad en la CNDH es la inseguridad en el país. Hay más de 135 mil homicidios en lo que va de este sexenio y la titular de la comisión guarda silencio. La docilidad frente a las instituciones del gobierno federal es enorme. No hay defensa y se convierte en complacencia a la cuatroté.

Rosario Piedra perdió la oportunidad de robustecer la institución para que fuera un acompañamiento al fortalecimiento de la democracia, y reforzar esa naturaleza de incomodidad a los gobierno, ante los atropellos del poder y de quienes lo ejercen.

Piedra Ibarra perdió la brújula, no reconoció la oportunidad histórica, ni pensó en la trascendencia de su causa. El problema es que ya no hay tiempo de enderezar el camino de la comisión que se sume entre la miltancia dócil y la falta de un proyecto de largo plazo.