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¿Por qué estamos tan cansadas?

Cyntia Moncada. Foto: Especial

Cyntia Moncada. Foto: Especial

16 de Febrero 2022

CYNTIA MONCADA

¿Por qué estamos tan cansadas? Hablamos de eso en las reuniones con amigas, en los muros de Facebook y en los grupos de WhatsApp, un desahogo que apenas nos alcanza para acariciar eso que llaman “tomar fuerza y continuar”. 

“Ya que se acabe el año” –decíamos en diciembre– como si al filo del último día del calendario nuestro cuerpo fuera capaz de reiniciarse y llenarse de pronto de vitalidad. No sucedió así, al contrario, la irrupción de una nueva ola de Covid nos dejó aún más desencajadas. El cuerpo todavía no se recuperaba de la nueva variante, cuando la vida ya nos urgía a regresar, a crear, a producir. 

Y así van transcurriendo los días. “Corriendo” se ha vuelto ya la respuesta automática cuando alguien me pregunta, “¿Cómo estás?”. 

“¿No te parece que algo no está funcionando? –le digo a una compañera del trabajo el otro día– Este ir y venir agotador debe ser obra del patriarcado”. Y no fue una afirmación a la deriva. 

Antes de la pandemia, las mujeres trabajábamos en promedio 6.2 horas más que los hombres, además, como ganamos hasta un 33 por ciento menos, siempre hemos necesitado recurrir a actividades extras y trabajos alternos para equilibrar nuestros ingresos. 

Y durante la pandemia, se han sumado a la ya desproporcionada carga de trabajo, las labores extraordinarias generadas por el cierre de las escuelas, y los cuidados de todas y todos los integrantes de la familia. 

Si a esto agregamos la necesidad de tiempo para el descanso, el ocio, la creación o el activismo, no nos alcanzan las horas, entonces la respuesta a la pregunta “¿por qué estamos tan cansadas?” es evidente. 

Nuestra incursión en la actividad económica remunerada suena bien aparentemente: autonomía, desarrollo personal, empoderamiento, sin embargo, las condiciones en que nos hemos integrado al mercado laboral están muy lejos de acercarse a la igualdad que aspiramos: hoy somos más las mujeres asalariadas, pero las labores domésticas y de cuidados no disminuyeron. 

Las cosas no están funcionando para nosotras. Es necesaria una redistribución de las tareas y que el Estado asuma su responsabilidad de garantizar la autonomía económica de las mujeres y los cuidados de todas y todos como un derecho.

No podemos seguir poniendo el cuerpo, el tiempo y la mente para hacer funcionar la economía. No podemos seguir romantizando el cansancio y consolándonos con frases de “superwoman”.

Cuando comenzó la pandemia parecía tomar fuerza la necesidad de crear una nueva forma de organización social que coloque los cuidados y a las personas en el centro –como el movimiento feminista ha planteado desde hace tiempo–, pero no ha sido así. 

La ley para la creación del Sistema Nacional de Cuidados, que podría ser un buen avance, sigue sin aprobarse en la Cámara de Senadores desde noviembre de 2020. Mientras tanto, las mujeres seguimos asumiendo la mayor parte de la carga, más cansadas y con menos ingresos.