RUBÉN AGUILAR VALENZUELA
En los 45 días que van de este año han sido asesinados cinco periodistas, que se añaden a los 52 que reconoce la Secretaría de Gobernación en los primeros tres años de gobierno. En total van 57.
Para un periodo semejante es el mayor número de periodistas asesinados en México, por lo menos en los últimos 50 años como lo señalan distintas organizaciones nacionales e internacionales.
Hoy en el mundo nuestro país es el más peligroso para ejercer el periodismo. En ese clima de violencia, el presidente López Obrador no disminuye, sino que aumenta su crítica e insultos a los periodistas. Lo hace todos los días en su comparecencia mañanera.
Su actitud hace todavía más denso el clima en el que los periodistas ejercen su trabajo. Sostiene de manera equivocada, como si fuera un ciudadano más, que él tiene derecho a criticar a quienes considera sus adversarios.
Argumenta que lo hace en ejercicio de su libertad de expresión. Se equivoca. Los gobernantes en las sociedades democráticas, no en las autoritarias y dictatoriales, respetan la crítica. Se sujetan a ella.
En las sociedades democráticas, México es una de ellas, los gobernantes no utilizan el poder del Estado, para descalificar a los medios y a los periodistas. Saben que en respeto irrestricto a la libertad de expresión no lo debe hacer.
Según el presidente “(…) si hay un bloque conservador, como existe en México, donde se unen todos y tienen su prensa, sus medios, sus comentaristas, sus intelectuales orgánicos, pues no nos vamos a cruzar de brazos, tenemos que confrontarnos políticamente (…)” (El Financiero, 08.02.22).
La posición del presidente es un caso único en una sociedad democrática donde el gobernante, en independencia de quiénes lo eligieron, gobierna para todos. Su responsabilidad es la unidad y la concordia. No fomentar la polarización y la división.
El presidente entiende su función de otra manera. Su actitud se asemeja a las de los gobernantes autoritarios. En sus propias palabras ante la crítica “no nos vamos a cruzar de brazos” y por eso “tenemos que confrontarnos”.
Según el presidente ante la crítica de los medios y periodistas reacciona en su “derecho de réplica”. Una vez más se vuele a equivocar. Él no es un ciudadano cualquiera, él no es otro periodista, él es quien representa al Estado.
En los hechos se niega a jugar ese papel, que es el central en su condición de presidente de la República. Él se ubica como un político faccioso con claros rasgos autoritarios. Es lo que le gusta. Comportarse como hombre de Estado le molesta.
Twitter: @RubenAguilar