ISRAEL NAVARRO
No hace mucho tiempo El Salvador era uno de los lugares más peligrosos del mundo. Más que Afganistán o Siria. Las maras Salvatrucha, los Sureños, los Revolucionarios y el Barrio 18 controlaban no sólo las calles de San Salvador, sino las rutas de migrantes y sectores de ciudades de Guatemala, México y Estados Unidos. No son pandillas, sino organizaciones criminales trasnacionales que mataron aproximadamente a 120,000 salvadoreños.
Sin embargo, el presidente Nayib Bukele decidió pasar de la “mano dura” a la “mano super dura” para neutralizar a estos “angelitos”, como él mismo les ha llamado en redes sociales. Se calcula que hay unos 80,000 de ellos y hasta el momento lleva 55,000 detenciones, lo cual ha cambiado por completo la percepción de seguridad en el país.
Pero ojo, esto no es gratis. Para llevar a cabo estos operativos, que empezaron hace siete meses, Bukele tuvo que pasar un estado de excepción. ¿Qué quiere decir esto? Pues que se ha suspendido el derecho de asociación entre dos o más personas, que se realizan detenciones sin orden judicial, que a los detenidos no se les da acceso a defensa jurídica y que inclusive niños son juzgados como adultos y encarcelados con adultos.
Las penas van desde los 10 hasta los 45 años de cárcel, dependiendo del grado de involucramiento con las maras. Hay desde halcones que fueron reclutados inclusive a la fuerza, hasta sicarios que tenían a la población atemorizada. Y como las cárceles terminan siendo verdaderas universidades de crimen, se está construyendo una prisión de máxima seguridad que estará lista en un par de meses más con una capacidad de 40,000 reclusos. Eso es mano dura y no pedazos.
Evidentemente esto ha levantado ámpula entre las organizaciones vigilantes de los derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, que califican estas prácticas como terribles y hostiles en contra de la sociedad civil. Pero la gente en El Salvador está contenta con el modelo Bukele. Tanto que, a pesar de los problemas económicos del país, tiene un nivel de aprobación superior al 90%, y aunque la Constitución prohíbe la reelección, tiene una intención de voto del 72% si contendiera nuevamente por otro periodo de 5 años.
Esto también ha generado críticas por considerar que Bukele está violando los procesos democráticos del país, pero claramente, su pueblo apoya la continuidad de su modelo de gobierno, porque a pesar de que haya algunos justos pagando por los pecadores, se respira un ambiente de paz y combate frontal a la corrupción que El Salvador no había tenido desde hace décadas. Eso, para la mayoría de los ciudadanos, no tiene precio.
*Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael