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Enfoque

10 de Marzo 2020

Por Eduardo J. De La Peña

Se publicó el domingo en un diario de Saltillo una fotografía en que aparecen cinco jóvenes, de los cuales tres son mujeres, parados ante una pared mientras que un policía les toma fotos con un celular. El pie de grabado consigna que en el lapso de un mes han sido detenidos poco más de 120 menores en fiestas privadas en Piedras Negras.

Esta fotografía genera varias dudas e inquietudes. Lo más grave es desde luego el consumo de alcohol en adolescentes, un tema al que ya nos hemos referido, y sobre el que hay aún mucho que apuntar y reflexionar.

Ese es el problema de fondo, pero hay otras cuestiones en el entorno a las que se debería poner también atención, primero ¿por qué los detuvo la policía y por qué un elemento los está fotografiando?.

A las autoridades, tanto la Procuraduría de la Familia como los Ayuntamientos, les ha faltado informar con claridad cuáles son las consecuencias legales no únicamente de vender, sino también de permitir el consumo de alcohol a menores de edad.

Para los dueños y administradores de establecimientos comerciales queda claro que no deben vender, ¿pero en que situación se ponen los propietarios de una casa o palapa dónde hay menores tomando alcohol?, sabemos que en otras entidades como Nuevo León sí se procede incluso penalmente en esos casos.

No se reprueba que la policía de Piedras Negras esté interviniendo en fiestas privadas, pero lo que sí debe encender las alertas de la Comisión de Derechos Humanos es que los oficiales tomen fotografías de los menores a los que van a detener o sancionar, y que además lo hagan con sus teléfonos personales, de los cuales esas imágenes pueden ir a parar a sabrá Dios dónde.

Hace falta claridad en las sanciones y hacen falta protocolos de actuación, pues en efecto hay que hacer cumplir la ley, hay que proteger a los menores, pero tampoco se pueden permitir excesos de la autoridad.

Y queda también la pregunta, si en un mes detuvieron a 120 jóvenes en fiestas privadas, qué pasó con los propietarios de los lugares en que se realizaron esas fiestas, y cuestionar también si se investigó y hubo alguna consecuencia para quienes les facilitaron el acceso al alcohol.

No son casos excepcionales ni ocurren nada más en Piedras Negras, es la constante entre los adolescentes hoy en día, pero no por eso se pueden voltear los ojos ante este problema.

Hoy y siempre, los jóvenes exploran, prueban, experimentan, pero van a llegar hasta donde los padres les pongan un límite. Si se va a dar libertad, hay también que dar información y tiene que existir igualmente supervisión, atención, y sobre todo ejemplo, pues de lo contrario nos ponemos en la ruta de las tragedias.

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