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Enfoque

28 de Enero 2020

Por: Eduardo J. De La Peña

Los métodos seguidos por la Guardia Nacional para contener a los migrantes centroamericanos que intentan ingresar a México por la frontera sur han generado críticas de diversos sectores y señalamientos de organismos internacionales.

Este es uno de esos temas en los que no hay una solución ideal. Desde luego nadie puede estar de acuerdo en que se use la fuerza contra un grupo, menos si en el mismo hay mujeres y niños, y todos quienes lo componen vienen huyendo del hambre, la miseria y, en muchos casos, la violencia.

Imaginemos la realidad que deben afrontar estas personas en su lugar de origen para llegar a tomar la decisión de dejar familia y tierra para una odisea de cientos de kilómetros en las condiciones más adversas, en el sueño de quizá poder llegar a Estados Unidos para buscar el sustento, aunque saben que también allá vivirán marginados por la sociedad y perseguidos por la autoridad.

Alguien que afronta una realidad así tendría que generar empatía y solidaridad, no ser reprimida por las autoridades de un país que le queda de paso y se supone que es amigo.

Pero no podemos perder de vista que también el gobierno debe actuar para controlar el flujo migratorio, y no únicamente por obedecer los compromisos que se hayan tenido con los Estados Unidos, sino también para evitar generar un caos en las comunidades de la frontera norte.

El año pasado, justo por estas fechas, llegó a Coahuila una caravana migrante, y gracias a un manejo pulcro y firme de las autoridades locales aquí no se generó una situación como la que sí se vivió durante meses en otras partes, como Tijuana por ejemplo.

Tan pronto llegaron los migrantes el año pasado, se les condujo a un albergue que montaron autoridades estatales, y en autobuses se les trasladó hasta Piedras Negras, donde se les volvió a albergar y se les acercaron servicios de salud, alimentación, higiene, e incluso oportunidades laborales, pero ninguno de los cientos que vinieron quiso esos empleos, pues su sueño era ir a Estados Unidos, entonces poco a poco regresaron o se fueron a otras fronteras.

Se dice que la caravana a la que actualmente contiene la Guardia Nacional en el sur del país, sería cuatro veces más grande a la del año anterior, además hoy en día México tiene el compromiso de albergar a quienes estén en espera de asilo humanitario en Estados Unidos, un trámite lento y casi imposible para la mayoría.

Adicionalmente las condiciones de la economía son muy diferentes a las del año anterior, en todas las regiones de Coahuila hay paros técnicos y hasta despidos en la industria, difícilmente habría oportunidades laborales para los migrantes, que además sabemos que no las quieren.

¿Que pasaría entonces si estas miles de personas ingresan libremente al país, quién se va a hacer responsable de su sustento?.

Como se ve, la situación es bastante compleja, la autoridad federal tendría que actuar con inteligencia y sensibilidad, dos de sus grandes carencias, y conducirse con equilibrio en esa delgada línea que separa al orden del abuso de la fuerza.

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