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El asesinato del jesuita Lorenzo Carranco

Rubén Aguilar Valenzuela. Foto: Especial

Rubén Aguilar Valenzuela. Foto: Especial

31 de Enero 2023

RUBÉN AGUILAR VALENZUELA

El jesuita Lorenzo José Carranco Barrientos nació el 12 de agosto de 1695 en Cholula. Estudió en el colegio de los jesuitas en Puebla.

En 1717, a los 22 años, ingresa a la Compañía de Jesús en el noviciado de Tepotzotlán, ahora Museo Nacional del Virreinato en el Estado de México.

Después de haber terminar sus estudios, en el marco del plan de formación de los jesuitas, y haber sido ordenado sacerdote, sus superiores lo envían a las misiones de California en 1725.

Su primer trabajo es en la misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz Airapí donde se forma en la estrategia misional de la Orden en esa región de la Nueva España. Brevemente estuvo en la misión de Todos los Santos y en 1727 sucede al padre Ignacio María Napoli en la Misión de Santiago de los Coras Aiñiní.

Aquí, el padre implementa una estrategia misional que articula la evangelización y el desarrollo social. Enseña a los indígenas pericués a trabajar la tierra, domesticar animales y construir casas.  En 1734 estalla la que se conoce como la Rebelión de los Pericués que se prolonga hasta 1737. Los historiadores sostienen que el levantamiento es una reacción al abuso de poder de los conquistadores y las autoridades españolas.

A esto se añade el deseo de ciertos grupos de indígenas de volver a sus tradiciones y costumbres que habían sido alteradas por el trabajo misional de los jesuitas. Al parecer la mecha que prende el fuego es la reprimenda pública que el padre Carranco hace al cacique indígena Botón, por tener varias esposas.

Las crónicas españolas de la época dicen que éste, para vengar la afrenta pública va Yenecá en busca de un mulato de nombre Chicorí que había raptado a una joven cristiana de la misión de Añuití. Botón y Chicorí se alían para revertir los cambios que la colonización había llevado a cabo en esas tierras. El plan de los sublevados era asesinar primero a los soldados y después a los misioneros y también a los indígenas conversos al cristianismo.

En septiembre de 1734, los rebeldes dan muerte a un soldado de la misión de Todos Santos y después a otro que custodiaba la misión de Airapí. Enterado de los hechos el padre Carranco envía una escolta de indígenas conversos a la misión de San José del Cabo Añutí, para que el padre Tamaral, con la protección de ellos, se traslade a la misión de Santiago. Este se niega a dejar la misión a su cargo.

El 2 de octubre de 1734 los indígenas levantados asaltan la misión de Santiago de los Coras Aiñiní. El padre Carranco estaba solo porque los dos soldados que le acompañaban habían salido para acarrear unas reses. Los asaltantes ingresan a su habitación, lo sacan al patio y lo matan con flecha y pedradas. Al indígena que lo acompañaba también lo matan y lo mismo hacen con los soldados a su regreso.

En una pira arrojan los cuatro cadáveres e imágenes religiosas. Al día siguiente, el 3 de octubre, es asesinado el padre Javier Nicolás Tamaral en la misión de San José del Cabo Añutí.   En 1757, el jesuita Miguel Venegas publica en Madrid Noticias de la California y su conquista temporal y espiritual, que tiene un gran éxito. Al texto lo acompañan imágenes entre ellas de los asesinatos de los padres Carranco y Tamaral. La edición en inglés aparece en 1759, la holandesa en 1762, la francesa en 1767 y la alemana en 1770.

El historiador Ignacio del Río en su libro Conquista y aculturación de la California jesuítica, dice que “las crónicas (de época) describen la saña de los indígenas con el cuerpo de los misioneros que aún después de muertos fueron lapidados, vejados, desmembrados, arrastrados por la misión y finalmente quemados en una hoguera; el cuerpo del padre Carranco fue decapitado a golpes de piedra”.

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La cruz personal del padre a pesar de ser de madera sobrevivió a la hoguera y fue enviada a sus familiares a Cholula, quienes por generaciones y hasta la fecha la custodian. En memoria de su asesinato existe una pintura que se encuentra en la sacristía de la Parroquia de San Pedro Cholula. En los colegios en donde estudió también se elaboraron pinturas alusivas al martirio, pero se dejaron de exhibir cuando los jesuitas tuvieron que salir de México en 1776.

 

Twitter: @RubenAguilar