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Francesca Gargallo (1956-2022)

Rubén Aguilar. Foto: Especial

Rubén Aguilar. Foto: Especial

11 de Marzo 2022

RUBÉN AGUILAR VALENZUELA

Francesca Gargallo di Castel Lentini Celentani, que nació en Roma, hizo de México su país y del barrio de Santa María la Ribera su casa. El pasado tres de marzo nos dejó.

Ella llegó a México en 1979, para hacer su maestría en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Tenía 23 años. Antes, en Italia, su país de origen, había hecho la licenciatura en filosofía en La Sapienza de Roma. Ya nunca se fue de México.

Nos conocimos en 1981 ó 1982. Yo ya estaba en la guerrilla salvadoreña y ella colaboraba en las estructuras de la solidaridad con El Salvador. Nunca perdimos la relación, aunque había largas temporadas en que no nos veíamos.

Desde que hubo internet a su correo le mandaba mis artículos y en ocasiones me hacía comentarios. Fue una mujer inteligente, culta, alegre y generosa. Un gran ser humano. Una humanista y una feminista consecuente.

La última vez que nos vimos físicamente fue a finales del 2019. Desayunamos en un restaurante de su barrio de Santa María la Ribera y luego regresamos a su casa a platicar. Pasamos horas.

En el ir y venir, por la calle todos la saludaban. Era muy querida por los vecinos. Con su enorme conocimiento de cada casa me comentaba algo que daba cuenta de la riqueza histórica, arquitectónica y cultural del barrio.

Es una conversación que nunca voy a olvidar. Quedamos que no hablaríamos de política. Sí de ponernos al día en nuestras vidas. Me habló largo de su padre el historiador italiano Gioacchino Gargallo Di Castell Lentini. De su pasión por la historia y el teatro clásico griego.

Ella tradujo al español los cuatro tomos de la Historia de la Historiografía Moderna, que escribió su padre. Me regaló la edición que fue publicada por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), de la que fue profesora.

Hablamos de literatura, a ella como a mí, nos gustaba hablar de los clásicos griegos y latinos. Me comentó algunas de las reseñas de las tragedias de Sófocles que yo había publicado en Animal Político.

Me platicó de su hija y de los artistas y de sus obras que colgaban en la pared de doble altura de sala-comedor. Me habló también de cómo iba el trabajo de restauración de la casona de finales del siglo XIX en la que vivía con su hija Helena a unos pasos del Kiosco Morisco en el centro de la Santa María la Ribera.

Recuerdo con especial cariño una plática en mi casa en 2016. Esos días vivía con nosotros Meme Sorto, un cineasta salvadoreño radicado en Francia, amigo común muy querido. Meme pidió que invitáramos a amigos que no veía desde hacía muchos años.

Trajimos a la conversación muchas historias que nos eran comunes. Pasamos lista de amigas y amigos que estaban en la reunión, pero también de los que no estaban. De los que habían ya muerto.

Al día siguiente en el correo me escribió: “Me gustó mucho volver a verte, ver a Sybille, estar en tu casa. Son unos anfitriones afectuosos y todo lo que se habló fue interesante. Qué bueno que pasó Meme por México y nos volvió a juntar. Abrazos. Francesca”.

Cuando en 2017 publiqué la reseña de su novela Marcha seca (1999) nos reunimos. Me dijo que el artículo se lo había mandado a su mamá. Le hice muchas preguntas sobre los personajes de la novela y a todas me contestó. La conocí más y mejor.

Yo veo a Francesca siempre sonriente, siempre de buen humor, siempre dispuesta para los demás. Siempre sentí que entre los dos existía una gran fraternidad. Había historias y amigos en común muy queridos por ella y por mí.

Después de que superó su crisis de salud y del hospital volvió a su casa, hablamos por teléfono. Me dijo que la fuera a ver. Se lo prometí, pero no cumplí la promesa. Me duele no haberla visto y estar con ella. Platicar con la intensidad que siempre lo hacíamos. Me duele su partida. La voy a extrañar.

 

Twitter: @RubenAguilar