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Enfoque

18 de Febrero 2020

Por Eduardo J. De La Peña

Hace cuatro meses la noticia de la desaparición en Monterrey de dos jóvenes estudiantes, y el posterior hallazgo de sus cuerpos en una quinta donde sus asesinos los enterraron, fueron hechos que consternaron a la sociedad, y que aquí tuvieron también repercusión pues uno de los muchachos era originario de Monclova.

Como siempre ocurre, del estremecimiento se pasó al olvido. Y no puede ser de otra manera pues la dinámica actual precipita una vorágine de acontecimientos, noticias y temas de tal forma que todo asunto por más importante que sea pasa pronto al segundo plano y de ahí al limbo.

Sin embargo en el caso al que nos referimos en particular, esta semana el asunto regresa a la agenda mediática porque se ha dado a conocer que está preso el asesino, o uno de los asesinos, de estos jóvenes.

Según las versiones publicadas, un individuo que está preso en Apodaca por delitos contra la salud, es señalado por la Fiscalía de Nuevo León de haber participado, junto a otros cómplices, en el secuestro y posterior asesinato de los estudiantes.

Que, pese al olvido social, el asunto haya seguido siendo investigado por la autoridad es positivo desde luego, pues aunque no se compensará la vida de estos muchachos, es importante que el caso no quede impune.

Hay sin embargo otro aspecto aún pendiente, que podría atenderse ahora que ya se tiene identificado y preso a uno de los involucrados: explicar qué pasó y por qué.

Lo planteamos desde que se conoció la desaparición de los muchachos, no es un asunto de morbo ni de amarillismo, y tal vez nos encontremos con una historia que sea dolorosa para las familias que ya de por sí afrontan una enorme tragedia, pero saber la verdad de lo ocurrido es importante para saber cómo evitamos que vuelva a pasar.

La situación que ocasionó este crimen, puede estarse presentando hoy de nuevo y generar un riesgo similar para otros jóvenes, que ignorando el riesgo en que ponen sus vidas recorren el mismo camino.

Lo que menos se quiere es re victimizar a quienes tuvieron tan cruel destino, pero su historia puede salvar otras vidas.

Los padres, los maestros, los medios, las autoridades pueden hablar mucho sobre los riesgos que implican hábitos, conductas, adicciones, pero ninguna advertencia será tan tangible como la que se puede hacer explicando lo que ya pasó.

Y aunque este caso al que nos hemos referido haya ocurrido en Monterrey, recordemos que una de las víctimas era coahuilense, y sobre todo recordemos que hay muchos jóvenes de nuestras comunidades estudiando fuera de casa, lejos de la supervisión de los padres y expuestos a estos riesgos.

Es importante que instancias como la Procuraduría de la Familia y el Instituto de la Juventud, procuren adentrarse en estos casos que ya han ocurrido para recabar información real sobre los riesgos que implican las libertades que les estamos dando hoy a los jóvenes.

Con responsabilidad y tacto debe darse a conocer la verdad de lo que ocurrió, pues a todos debe interesarnos que no vuelva a ocurrir.

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