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Enfoque

Foto: Especial

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26 de Noviembre 2019

Por: Eduardo J. De La Peña

Bastaron veinte días, y un cuestionamiento del Secretario de Educación Higinio González, para que la Directora de Prevención de la Violencia Luisa Ivonne Gallegos, cambiara su versión sobre la incidencia de casos de drogadicción en escuelas secundarias.

Habló en principio del hallazgo, a partir de encuestas, de que un treinta por ciento de los alumnos han consumido enervantes.

La cifra no le gustó al titular de Educación y lo dijo públicamente. A la vuelta de los días, la funcionaria, dependiente de la Secretaría de Gobierno, cambió el tono, ya no comprometió cifras, y habló de una estrategia de prevención en que, dice, trabajan varias instancias en forma coordinada.

Las estadísticas son importantes, sobre todo porque permiten medir si un problema crece o no, y si las estrategias de prevención y atención funcionan o no. Pero no lo son todo.

Consideremos además que en este caso se mide a través de encuestas una actividad que es clandestina, y no se puede precisar si se contesta o no con honestidad.

Frente a esto tenemos sin embargo un problema real, y no se vale desconocerlo o minimizarlo. Tampoco es responsable generar una polémica que a nada conduce.

Más allá de las cifras globales, para cada familia en que hay un caso de adicciones esa tragedia es su cien por ciento. Para la sociedad, cada muchacho que cae en las drogas es una derrota.

Toda familia con hijos adolescentes si se le pregunta podrá contar de algún caso que sus hijos han conocido de cerca. En las preparatorias privadas donde eventualmente practican la prueba antidoping, invariablemente se detectan tres o más casos positivos, y se trata de jóvenes, mujeres y hombres, de entre 14 y 17 años, que están arruinando su vida cuando apenas la comienzan.

Habrá quien diga que esto siempre ha existido, y sí el problema no es nuevo, pero crece hasta desbordarse.

Esto nos habla de un fracaso de las estrategias de prevención, y hace manifiesto que es urgente revisarlas y reorientarlas. Es evidente, las cosas como se han venido haciendo no están funcionando, hay que buscar entonces otras rutas.

Esa coordinación en materia preventiva de la que hablan las dependencias involucradas, o es nada más de palabra o es insuficiente, está claro que no se da como debiera, y así nos lo muestran las versiones encontradas que dan sobre el problema.

Hace falta articular el esfuerzo y compromiso de todas las instituciones que deben estar involucradas, comenzando por la familia.

El reto es enorme, hay muchas circunstancias en contra que acrecientan los riesgos para nuestra juventud, entonces hacen falta voluntad, inteligencia y tesón para dar la lucha.

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