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"El optimismo de solo esperar"

Foto: Especial

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17 de Septiembre 2021

LIC. CARLOS GARCÍA VEGA

La indiferencia prevaleciente en la mayor parte de los hogares de México respecto a los temas que desde la esfera política se construyen o se destruyen, fue sacudida en días pasados tras diversos fallos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La declaración de inconstitucionalidad de aspectos relacionados con el aborto voluntario, logró como pocos fenómenos jurídicos, ondear con fuerza banderas a favor y en contra entre turbulentos aires discrepantes.

La no criminalización de personas que aborten voluntariamente, la objeción de conciencia del personal médico y el rechazo de otorgar el estatus de persona a un embrión desde la concepción, constituyen uno de los más notables debates de nuestro siglo. Serán ahora los congresos locales -diputadas y diputados- quienes se encarguen de adecuar las normas, y los jueces por su parte, quienes apliquen este controversial criterio. 

Lo sucedido es un ejemplo claro de que la denominada agenda pública no se crea ni se destruye, solo se transforma. Determinados asuntos o problemas públicos se posicionan, adquieren un interés general, y son trasladados al nivel de decisión de autoridad mediante distintas estrategias, provenientes -generalmente- de una fijación de agenda o movilización de la opinión pública.  

Sin embargo para lograr visibilizar un problema, se requiere entre la sociedad, una valoración preconcebida y un sentimiento compartido. Por  ello solo algunos temas, logran impactar a tal grado de construir una realidad jurídica, política y social. Desafortunadamente existen asuntos “tan inmensos, como invisibles”. Problemas fecundados por valores sociales desatendidos, en los que naufragamos sordamente evitando el fragor de millones de seres. 

Un problema urgente, igual de complejo e indignante, es el que viven millones de adultos mayores en México, víctimas de abandono e insolidaridad, agravios ambos, correspondientes por un lado a sus seres queridos, y por otro a la comunidad. 

Extraído puntualmente de la brutal realidad, Gabriel García Márquez revela la vida de un personaje sostenido únicamente por sentimientos convertidos en alimento de supervivencia para millones de adultos mayores: esperanza y dignidad. En su obra “El Coronel no tiene quien le escriba”, el protagonista después de “haber sido útil” dejando su vida en el campo de guerra, transcurre sus días sin hacer mayor cosa más que esperar. 

La esperanza silenciosa, constituye un firme -aunque crudo- sostén para quien vive la vejez en nuestra sociedad. México es un país que envejece con rapidez: tenemos menos nacimientos y crece aceleradamente la esperanza de vida. El problema es grave pues no fuimos -por ningún lado en que abordemos el asunto- preparados para afrontar esta realidad. La retribución recíproca de derechos para quienes en su momento nos los pudieron garantizar -padres, abuelos, tutores-, simplemente parece un cometido olvidado.

Según cifras del INEGI, la edad promedio de la población en nuestro país creció de 22 años en el 2000, a 29 años en el 2020, teniendo lugares como la Ciudad de México con un segmento poblacional “envejecido” con un promedio de 35 años. Por su parte el Consejo Nacional de Población proyecta que para el 2050, 20 de cada 100 habitantes seremos adultos mayores. 

La consciencia social deberá poner especial atención en esta materia, más aún cuando la violencia contra los adultos mayores, constituye un problema de salud pública debilitando la dignidad de las personas.

Resulta inconcebible como problemas claramente notorios desde hace décadas, no encontraran planeación alguna con medidas económicas, sociales y culturales apropiadas. La circunstancia está convertida hoy en crisis y con el riesgo evidente de agudizarse. Estamos aún a tiempo de trabajar modelos de envejecimiento digno y evitar que nuestros adultos mayores, al igual que “El Coronel” de García Márquez, tengan como únicas armas de vida, “la espera”… y un gallo de pelea.