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El éxodo

José Inocencio Aguirre Willars. Foto: Especial

José Inocencio Aguirre Willars. Foto: Especial

07 de Julio 2022

JOSÉ INOCENCIO AGUIRRE WILLARS

¡Hola! Muy buenos días, tardes o noches, dependiendo la hora en que me lean. 

En febrero del 2002, hace ya poco más de 20 años, inicié con mi primer trabajo en el Gobierno del Estado de Coahuila, en ese tiempo el Lic. Enrique Martínez y Martínez era gobernador y el Lic. Horacio del Bosque Dávila, mi jefe, era el Secretario de Desarrollo Social. Mi trabajo era el de supervisor del programa “Salva tu apuro”, que consistía en dar apoyos a personas que tuvieran alguna emergencia a fin de salir del apuro con un crédito sin intereses y a plazos muy cómodos. Así fue como empecé a conocer los 152 mil kilómetros cuadrados de nuestro bello estado, corroborando en los 38 municipios que las historias presentadas en las solicitudes de apoyo correspondieran con la realidad.

Desde entonces, he pasado esos más de 20 años recorriendo, por encargos y tareas muy distintas, cada rincón de Coahuila. En estos 20 años he tenido la oportunidad de ver muchísimas cosas en las carreteras, calles y caminos, desde toda la fauna típica del noreste del país, hasta los más bellos atardeceres, algunas situaciones muy lamentables en los años en que el crimen era dueño de los caminos, lluvia, tornados, granizo, inundaciones, nieve, hielo, todas las estrellas del universo, el amanecer más cálido, el cielo cubierto de nubes, de insectos o de arena, algunos accidentes, a los paisanos llegando o regresando al país vecino… Me llevaría días terminar de enumerar todas las vivencias que he tenido por los caminos de Coahuila.

Pero nada, en esos 20 años de trayectos, me había preparado para ver lo que hoy estamos viviendo. Quienes viven en el centro y el norte de Coahuila saben que las condiciones del clima en nuestro estado son las más constantes del país, todo el año extremas, de la “chingada” dirían los más conocedores. El calor de más de 40 grados o los vientos gélidos de invierno han convertido a nuestra gente en esa clase orgullosa y valiente, capaz de soportar cualquier reto.

Pero es precisamente en estas condiciones tan extremas que hoy vemos el éxodo de migrantes, venezolanos en su gran mayoría, caminando, por la carretera 57, buscando el sueño americano, escapando del sueño de Chávez.

De ese Chávez que llegó al poder a Venezuela con la promesa de luchar por los pobres y acabar con la corrupción, de ese Chávez que inundó a su país en un discurso de odio y división, que cual Quijote peleó contra los molinos de viento del capitalismo y del imperio Yanqui, que ilusionó a todo un pueblo con una transformación de la realidad en su país.

Hoy, cientos de esos venezolanos que confiaron y que votaron por el sistema que Chávez impuso, caminan por los ardientes caminos de nuestro estado, bajo el sol más abrasador del desierto, buscando huir de esa falsa transformación. Las escenas son realmente impactantes, carriolas empujadas por jóvenes casi descalzos, niños en los hombros de sus padres con gorras y pañuelos cubriendo sus cabezas, abuelos empujados en sillas de ruedas, familias enteras buscando la sombra de un mezquite o pidiendo una botella con agua a los vehículos que transitan. 

Esas escenas no dejan de hacerme pensar, cuál cruda será la realidad que están viviendo en su país, para abandonar su hogar y jugarse el todo por el todo en esas condiciones en busca de algo mejor.

Esas escenas no dejan de hacerme pensar que en México tenemos un gobierno que llegó con la promesa de eliminar la corrupción, con un discurso de odio y división, con promesas de una verdadera transformación pensando en los más pobres, con amenazas hacia el país vecino y señalamientos para que tumben la estatua de la libertad.

Yo solo creo que debemos trabajar todas y todos para que ese éxodo del sueño de Chávez no sea una premonición de lo que pudiera convertirse en un éxodo del sueño de la cuarta transformación.

Saludos a todas y a todos y por aquí nos vemos la próxima semana.