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Convicciones

Rubén Aguilar Valenzuela. Foto: Especial

Rubén Aguilar Valenzuela. Foto: Especial

15 de Noviembre 2024

El asesinato de los jesuitas de la UCA

Rubén Aguilar Valenzuela

 

El 16 de noviembre de 1989, han pasado 35 años, fueron asesinados los jesuitas de la Universidad Centroamericana Simeón Cañas, en San Salvador, El Salvador, por integrantes del Batallón Atlácatl, del Ejército.

 

OFENSIVA GUERRILLERA “HASTA EL TOPE” LA MAYOR OFENSIVA EN DIEZ AÑOS (Comandante Ramiro Vásquez)

 

EL 11 DE NOVIEMBRE DEL 1989 EL FMLN LANZÓ UNA OFENSIVA QUE CULMINÓ CON LA FIRMA DE LA PAZ

 

El 11 de noviembre de 1989, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) lanzó la mayor ofensiva urbana y concentró el 70% de la fuerza militar en las zonas de la capital y ciudades adyacentes. Las acciones iniciaron a las siete de la noche del sábado 11 de noviembre de 1989, y a los 5 minutos de los primeros ataques ya se sabía que había comenzado una ofensiva de gran envergadura. El conflicto llegó hasta los lugares exclusivos de la capital que no habían sido afectados, y en donde por un par de semanas se mantuvieron arrechitos combates entre las fuerzas guerrilleras y del Ejército represivo. La derecha en su desesperación, cometió masacres en decenas de barrios pobres y colonias populares que fueron bombardeadas por la aviación, y asesinó a seis sacerdotes jesuitas de la UCA, actos atroces conmovieron a todo el mundo y aumentó las presiones internacionales al gobierno para que negociara el fin de la guerra.

 

Aceleradamente el gobierno del ex presidente Alfredo Cristiani (1989-1994) se vio obligado a entrar en conversaciones serias con la comandancia general del FMLN, y se iniciaron negociaciones de paz bajo la mediación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que culminaron con la firma de acuerdos de paz el 16 de enero de 1992 en el castillo de Chapultepec, México.

EN VÍSPERAS DE LA OFENSIVA EL ENEMIGO SABÍA TODO Y ESTABA PREPARADO

 

El enemigo supo con anticipación de la ofensiva, lo que le dio la oportunidad de adoptar algunas medidas para impedirla, neutralizarla o derrotarla. El Alto Mando de las Fuerzas Armadas de El Salvador (FAES) se propuso un plan que contemplaba tres momentos diferentes:

 

1- Impedir la concentración de las fuerzas guerrilleras. Impedir el desplazamiento hacia las zonas periféricas y evitar que nos acercáramos a la capital. En este caso tomaron medidas como en el caso de Chalatenango y de los bajos de Guazapa, enviaron fuerzas hacia esas y otras zonas pero fueron dispositivos que nuestras columnas burlaron y lograron acercarse a la capital.

 

2- El siguiente paso de ellos fue tratar de detectar las agrupaciones y atacarlas para golpearnos y provocar a partir de ahí, la desorganización de nuestras fuerzas, tampoco esto les funcionó. Bombardearon Guazapa, bombardearon Radiola, bombardearon las áreas de San Martín. Pero no lograron impedir la penetración a la capital. Concentraron el Batallón Atlácatl, los paracaidistas, parte de los batallones Belloso y Bracamonte y las propias unidades de la capital, los cuerpos de seguridad, la Policía de Hacienda, la Guardia Nacional, la Policía Nacional y la Primera Brigada de Infantería, en función de impedir la penetración guerrillera hacia la capital.

 

Nosotros habíamos previsto ya en nuestros planteamientos que uno de los aspectos complicados era cómo acercar nuestras fuerzas a la capital y cómo realizar la penetración con ese estado de las fuerzas enemigas. Dos días antes, es decir, el 9 de noviembre de 1989, detectamos en las comunicaciones enemigas que conocían nuestros puntos, incluso con hora y día. Esto constituyó un dolor de cabeza para nosotros, que nos quitó hasta el sueño cuando nos dimos cuenta que ellos estaban enterados. El mismo día de la ofensiva, el 11 de noviembre a las 5 de la tarde, escuchamos un comunicado del Jefe del Batallón de la Policía de Hacienda, cuando estaba hablando por radio a otro oficial, a quien le dijo: -“mirá, esta mierda comienza ahora, prepárate cabrón”- y agregó: “hoy a las 8 de la noche va a comenzar”. O sea, estaban absolutamente seguros de la situación. Y se notaba en la voz del oficial la tensión y preocupación.

 

3- El último planteamiento del plan enemigo, era el desalojo, el cual nos proponíamos utilizar para poder profundizar su desangramiento y debilitamiento.

 

Frente a esto, nosotros, como jefatura de la fuerza militar en el área, enfrentábamos dos grandes problemas: Uno era el desplazamiento y penetración a la capital. El otro la superación psicológica del combate que íbamos a enfrentar allí. Salíamos del monte y nos metíamos a la ciudad.

 

UNA EXPERIENCIA PREVIA

 

Ya en dos momentos anteriores de la guerra esto había sido para nosotros un problema. En 1983, cuando comenzamos a operar dentro de las pequeñas ciudades al interior del país nuestras fuerzas fueron desangradas porque avanzaban por las calles pavimentadas, tratando de cubrirse en las gradas, en los hoyitos de las puertas. Luego aprendimos a avanzar hacia el objetivo enemigo botando fáciles paredes de casas. Eso permitió economizar fuerzas. Aprendimos esa experiencia en las trincheras de Tenancingo, pero eran aquellos pueblos del interior. Hoy, era la capital. Algo más complicado. Allá en Tenancingo las casas eran de bajareque, de lodo, de zacate, aquí en la capital se trata de construcciones mucho más fuerte. Además, habían pasado 6 años desde que habíamos hecho aquella experiencia, y aquí teníamos tropa nueva; y una dificultad más, que veíamos con bastante preocupación, era la corta edad del grueso de nuestros combatientes.

 

LAS DIFICULTADES DE LA MARCHA

Salimos de Guazapa el 10 de noviembre con el Batallón (enemigo) de la Primera Brigada de Infantería rodeando nuestras posiciones. La columna pudo comenzar a pasar el dispositivo enemigo sólo cuando oscureció. Fue una marcha bastante penosa, desde las 03.00 de la tarde hasta las 7:00 de la mañana del día siguiente, el propio sábado 11 de noviembre en la mañana. Era una columna numerosa que se vuelve terrible en su marcha. Sobre todo después de un montón de tiempo de no tener práctica en marchas de grandes fuerzas.

 

Llegamos a la periferia de la capital y acampamos. Previamente habíamos adelantado gente para organizar la obtención de alimentos y para tener información fresca sobre el teatro de operaciones.

 

Aquí hay que destacar dos cosas: Primero la experiencia de esos combatientes, que venían de Chalatenango, del propio Guazapa y, algunos, desde Jucuarán, de estar acampamentados en un área suburbana, con soldados a solo unos 200 o 300 metros de distancia, que el enemigo había adelantado y que nosotros sabíamos que estaban allí, que la población los había visto entrar. Normalmente, esas áreas las usamos adaptando grandes medidas de seguridad. No permitimos que la población nos viera. Pero ese columnón ¿quién lo ocultaba entrando a las 7:00de la mañana? además los charralitos (pastizales) era para esconder a diez o 15 gentes, pero ahora cada charral tenía de 150 a 200 hombres. El que menos tenía ocultaba 75 guerrilleros. Cuando fuimos a plantearle a las bases de la zona que necesitábamos comida para centenares de gentes, se fueron de espaldas. Y cuando llegaron esas mujeres a los charrales a repartir la comida… una muchacha exclamó ¡cómo! ¿y de dónde salieron tantos? Eso fue, como dijo un compañero “una operación casi mágica”.

 

En la retaguardia, el dispositivo enemigo iba avanzando hacia nosotros, hacia la periferia de la capital. Cuando se hizo el domingo por la mañana la operación de ataque contra la Guardia Nacional, al interior de la ciudad, ese dispositivo que iba a cercar, se dio vuelta y regresó a controlar la periferia. Y en el caso de los paracaidistas, estos dijeron “la ofensiva va a hacer ataques a los cuarteles” Y se pusieron en función de ir a cuidar su “cuchitril”, entonces nos aflojaron presión.

 

Pero una de las concentraciones nuestras tuvo que abandonar el charralito en que estaba. El enemigo detectó a los guerrilleros como a 150 metros de distancia. Y los compas se salieron del charral y los soldados llegaron al charralito donde habían estado aquellos, pero debíamos evitar a toda costa el choque.

 

A las 05:00 de la tarde despegamos de las áreas de concentración hacia nuestros objetivos. Una columna hacia Soyapango. Otra hacia Ciudad Delgado. Con anterioridad habíamos medido el tiempo que lleva para cruzar el terreno. El ejercicio se había hecho sólo con jefaturas y uno o dos compañeros más. Teníamos un cálculo de tiempo de traslado de 3 a 4 horas por lo sumo. Pero en el traslado de las grandes columnas resultó totalmente distinto. Un tramo que normalmente lo hacíamos en 3 o 4 horas nos duró esta vez como 9 horas, desde las 5:00 de la tarde hasta las 2:00 de la mañana.

 

Surgen diversas dificultades en el dominio del terreno y resultan problemas derivados hasta de la propia psicología de los combatientes campesinos, de los frentes rurales, al entrar en las áreas pobladas urbanas. Cuando desembocamos frente a la Colonia Guardado, nos quedaba al frente una Playa del Rio Acelhuate y, al fondo, una tinería. Entonces comenzó una discusión con los compañeritos, de que ellos veían bultitos en la tinería esa y para ellos -eran las 10:00 de la noche-, seguro que son enemigos decían. En su psicología campesina, nadie se mueve después de la noche,-“no hombre, si son civiles, esta es la ciudad y aquí hay luz y aquí hay gente que trabaja”, -“No, pero es que mire como camina, mire cómo mira”-. Hasta que metimos exploradores que llegaron a los compas y se dieron cuenta que eran trabajadores. Esas son dificultades que uno ni se imagina van a aparecer, y que entretuvieron la marcha.

 

ANTES DEL COMBATE

 

En el caso de Ciudad Delgado y otros lugares, escalonamos el esfuerzo combinando los combatientes rurales a la fuerza urbana militar y a las columnas guerrilleras que ya habían estado operando dentro de la cuidad. Nosotros destinamos a la fuerza especial. Esta se acercó desde el día anterior y allí pasó en los zacatales (pastizales) de los barrancos de Ciudad Delgado. Esos combatientes se trajeron las armas con las que armamos a los urbanos, ellos fueron los que les enseñaron a las unidades urbanas a manejar las primeras armas.

 

En el caso de los urbanos, sobre todo de los milicianos, habían operado con pistolas en actividades de propaganda y en los sabotajes, pero hubo gente que aprendió a manejar las armas solo dos horas antes de comenzar la ofensiva. Y allí aparecieron más dificultades. Los fusiles estaban engrasados y no había gasolina para limpiarlos. Se pasó entonces, a limpiarlos con una ráfaga, para que la grasa se derritiera… son pequeñas dificultades que si no se presupuestan pueden realmente complicar toda situación.

 

Esa fuerza que se concentró allí y penetró Ciudad Delgado, logró estar en el punto entre las 8:20 y 8:30 de la noche. Lo diseñamos así, porque temíamos no llegar a tiempo con la columna y que el enemigo asumiera el control del terreno, como realmente hubiera sucedido y nos sucedió, en el caso de la dirección de la Gasolinera Guardado, donde los soldados enemigos tomaron la posición antes de que llegáramos. De todas formas los desalojamos en media hora de combate, pero había llegado antes. En el caso de Ciudad Delgado, el Batallón Belloso estuvo allí hasta las 7:00 de la noche y poco antes de esa hora se replegó. Los soldados se salieron de Ciudad Delgado y poco después de las 8:00 los que estaban allí eran los compañeros. Fue interesante esa experiencia porque nos permitió ahorrarnos esfuerzos. A las 02:00 de la mañana que llegamos con la columna procedente de Guazapa, entramos directamente a las líneas de fuego, a fortalecer el dispositivo que los compañeros ya habían consolidado.

 

EL COMBATE URBANO ES MUY DIFERENTE QUE EL RURAL

 

Hay que decir que las primeras horas de combate y los primeros días de combate, fue ese proceso de superar estos problemas del traslado, viendo además nuestro problema central, que era como aprender a combatir en el área urbana, en la ciudad. Y el mayor número de bajas guerrilleras se produjo justamente durante los primeros tres días de combate, lo cual se explica por diferentes razones.

 

Primero por la pérdida de esa experiencia del combate urbano, que había sido seis años antes y con otra tropa. Segundo por el hábito nuestro de cultivar en el compañero el respeto a la propiedad de la población y sobre todo, a la propiedad de una población que era amiga y que le estaba dando comida a los combatientes.

 

Entonces entrar y romperles las paredes a las casas y hacerles una zanja en medio de la sala a una gente que nos estaba ayudando, para ellos, los combatientes nuestros, era un problema complicado, difícil de descifrar en su cabeza. Nosotros llamamos a las jefaturas, los sentamos y les dijimos: “miren que tienen que romper las casas, hay que pelear dentro de las casas, hay que avanzar dentro de las casas, fortifíquense dentro de las casas”. Sin embargo, cuando salíamos de noche a revisar las líneas de fuego, nos dimos cuenta que los combatientes continuaban en las trincheras que habían hecho en las calles. Eso facilitaba al enemigo el uso de las granadas y las concentraciones de fuego sobre nuestras posiciones. Fue muy costoso en términos humanos, el que no se cumplieran a tiempo las ordenes, quizás el 40 por ciento de los heridos que tuvimos, se registraron en los primeros tres días de la ofensiva. Después de eso, se nos facilitó el avance nuestro y la contención de las fuerzas enemigas que trataban de desalojarnos. Y los compañeros lo comenzaban a sentir así. Lo más significativo de todo eso fue que la misma población, el mismo dueño de la casa, incluso, les ayudaba a abrir el hoyo en la pared, y abrir la zanja en la sala de su casa. Y seguía haciendo el café y seguía haciéndoles los hoyos para entrar, es decir, fue prácticamente la población que dio la pauta en este sentido. Como decía, esto tiene que ver con la educación que inculcamos a los combatientes, de respeto absoluto a los bienes de la población. En Guazapa sancionábamos a los compas si arrancaban un elote tierno de las milpas (mazorca de maíz tierno) y, en las marchas si cortan un tomate de los huertos. Los ponemos hacer trincheras o bien, frente al pelotón de la unidad, una fuerte reprimenda. Entonces ellos piensan, si los sancionamos por un elote ¿cómo no lo vamos hacer por abrirle un hoyo a una casa?.

 

EL CONTRA ATAQUE-ENEMIGO

 

Penetramos a la capital el sábado en la noche. Y durante toda esa noche hubo combates con las líneas de defensa, pero fue hasta el 11 de la mañana del domingo 12, que la fuerza enemiga realizó el primer intento de desalojo, ya organizado, con medios blindados y todo eso. El combate estuvo apretado porque justamente sucedió en el marco de nuestro problema ese, de la superación de nuestras formas tácticas de operar y, además del cansancio que teníamos luego de dos noches y dos días sin dormir y llenos de tensión. Porque estábamos tensionados, combatientes y jefaturas del Alto Mando, que se le reflejaba a uno hasta en la misma cara, desencajada, abatida… y el apretón inmenso de las fuerzas enemigas.

 

Entre la 1:00 y las 2:00 de la tarde de ese día estuvieron a punto de sacarnos. Tuvimos que echar mano a todo para detenerlos. La presión y la organización que ellos hacían de sus fuerzas era muy fuerte. Estuvieron a 70 metros del puesto de mando y ellos lo sabían. Decían: “Es el puesto de mando el que nos interesa, allí están esos babosos”. Y sabían que a la vuelta de la esquina, hasta donde llegaron las tanquetas, estaba el mando.

 

Sin embargo, a las 4:00 de la tarde de ese mismo día derrotamos esas fuerzas. En la noche, nosotros tocábamos las puertas de las casas y la gente no abría. Hablaba allí y se quedaban callados. No hubo contacto con la población.

 

Una que otra gente, que era de organismos comunales, sindicales, salía y nos decía un par de cosas, pero luego se volvía a meter en sus casas.

 

LA POBLACIÓN ADQUIERE CONFIANZA

 

Después de la derrota de la Policía de Hacienda y la Guardia Nacional, la población que se había mantenido recelona, a la expectativa de los acontecimientos, cobró confianza en nuestra capacidad militar y comenzó a comunicarse con los combatientes y jefes, ya de forma más fluida.

 

El lunes la gente se volcó a la calle. Aquello parecía una feria. Mucha gente abriendo trincheras, arrancando los adoquines. Y los adoquines de las calles de Ciudad Delgado no nos resultaron tan fácil de arrancar. En otras partes estaban pegados con arena, pero allí los pegan con cemento. Entonces hubo que romperlos con barra. Eran numerosas gente arrancando adoquines, haciendo las zanjas antitanques, las zanjas para protegerse del fuego de la aviación.

 

El martes el enemigo volvió a organizar un contra ataque, pero nos halló un poco más asentados y los derrotamos nuevamente. Les destruimos ese día dos tanquetas. Eso nos consolidó aún más y acentuó la relación con la población. Ya la gente sintió más confianza, era más abierta la relación. A partir de lunes y el martes comenzaron a florecer un montón de comités de toda naturaleza, para andar controlando las bodegas que tenían alimentos, para transportar heridos, los comités de defensas que eran esos que hacían los hoyos y las zanjas anti-tanques, para controlar a los orejas (soplones).

 

Hubo florecimiento de la organización y comenzaron a formarse las columnas guerrilleras de gente recién incorporadas. Esta tenía varias características. Había gente que decía: “mire, participo combatiendo con ustedes, pero en la noche”. Y efectivamente en la noche, a las 6:00 de la tarde, comenzaban a aparecer. Les fuimos dando misiones, les asignamos hacer postas, para que los combatientes durante la noche descansaran. Claro que combatieron en la noche, pero no era el combate nocturno el más fuerte. Uno podía dormir realmente en paz. Habían otras personas que se metían a tiempo completo y otras que después de la primera noche de estar allí, decían: “No, yo me voy a quedar aquí” y se incorporaban.

 

Ese lunes sacamos la primera columna hacia la retaguardia, con dos hombres armados y el montón de jóvenes, a traer armas para armarlos. Al día siguiente, el martes, se ubicaron ya equipados y a ocupar posiciones e incorporarse plenamente. Hay que decir que eran estudiantes y gente sin empleo. Las primeras incorporaciones se dieron con “cipotes” que comenzaron a combatir el mismo día que vinieron, con mucha fiereza, aunque con los problemas de diciplina normales. Pero con gran audacia y valentía. Incluso por el conocimiento detallado que tenían del lugar, constituyeron un gran apoyo a las jefaturas. Daban sugerencias, recomendaciones, en muchos casos, valiosas y oportunas; Por ejemplo, decían: “Mirá Comandante, allí donde nos ha puesto ese jefe nos van a ver bien, decile que mejor nos pongan más abajo. Andá, decile a esos que se metan”.

 

Un aspecto importante en cuanto a la incorporación de las masas al combate, fue la variada extracción social de su procedencia. Pese a que se incorporaron algunos vagos y hasta ladroncitos, al ubicarse de inmediato en las líneas de fuego, la gente, a partir de ese momento, ya los media con otros criterios, pues se estaban fajando, estaban combatiendo, lo cual, los reivindicó en el acto como personas. Es decir, su incorporación no obstruyó la participación de otros sectores sociales.

 

Algo parecido sucedió en las Colonias de Apopa, en la Chintú, muchas incorporaciones de gente. Allí fue más rápido y más espontáneo. Son colonias nuevas donde hay bastante gente que ha estado relacionada con la guerra, son desplazados del interior del país. Fue una incorporación así, muy rápida. Mucha solidaridad con los compañeros. Lavándoles la ropa, haciéndoles trincheras, abriendo hoyos en las casas, yéndoles a recoger información de las posiciones enemigas. Allí hubo combates, pero no fueron tan fieros como los de Ciudad Delgado y Mejicanos, hubo ataques aéreos más fuertes, pero la gente también se sentía protegida por nuestra fuerza militar.

Los jóvenes de Ciudad Delgado, después de cada combate, tanto era su entusiasmo que corrían hacia el puesto de mando a contar que habían sacado corriendo a los soldados enemigos y contando cuantas bajas les habían ocasionado. Así se fueron metiendo.

 

Ya para el miércoles sacamos otra columna de jóvenes recién incorporados. Entre el sábado y el miércoles, tuvimos decenas de incorporaciones y no teníamos esas bajas. La incorporación fue buena. Se había abierto y comenzaba a ampliarse. Por ejemplo, el día que yo salí de Ciudad Delgado hacia la Escalón, quedaron organizados en grupos de apoyo al combate (de información de apoyo y otras cosas), decenas de muchachos que venían ya para adentro. Habían recibido la instrucción del uso de las armas que nosotros cargábamos en el área y toda la proyección era meterse de combatientes.

 

Y ENTONCES COMENZARON A CAER LAS BOMBAS

 

Nosotros valoramos que justamente en ese punto es que el enemigo se decidió a usar la aviación y la artillería masivamente contra la población. Cuando entramos a Ciudad Delgado, ellos cerraron los barrios. Solamente dejaban entrar, pero no dejaban salir. A partir del martes, miércoles, cuando ellos se dan cuenta que el planteamiento es que la población nos respalda, que nos apoya, que eso está así, cambian el discurso y a través de alto parlantes comienzan a llamar a la población a que nos abandone, amenazando que iban a bombardear, que iban a atacar con artillería.

 

Parece que no habían tomado la decisión todavía, pero comenzaron a utilizar las amenazas como presión, y a partir del miércoles comenzó el ataque artillero, primero fue artillero fuerte, con cañones de 155 mm, desde la base de la Primera Brigada de Infantería, luego metieron los tanques sobre Aguas Calientes y ahí, por las calles alrededor a de Cartografía y la Farmacia La Salud, comenzaron a tirar sobre los barrios. Directo hacia los barrios. Luego fue el uso de la aviación.

 

Entonces fue notorio que la población comenzó a encerrarse, mientras había helicópteros, uno no miraba un alma en las calles. Los primeros días no fueron así, como la aviación solamente la usaban solo para transporte y otras cosas, o las usaban en otras áreas, en las carreteras andaban los helicópteros y los aviones C-47, y toda la gente moliendo en el molino, moviéndose por aquí, por allá, consiguiendo pan sin problemas. Pero después comenzó la reacción de protección, de abrir zanjas dentro de las casas y, por último de abandonar los barrios, producto de la intensidad del bombardeo de la artillería, como una necesidad lógica de salvar vidas.

 

UNA MARCHA DIFERENTE, HACIA LA COLONIA ESCALÓN

 

EL CAMBIO DE PLANES

 

El movimiento inicial hacia la aristocrática Colonia Escalón, fue diseñado partiendo de la base de tener el control en las otras colonias capitalinas, Mejicanos, Cuscatancingo, Ayutuxtepeque y Zacamil. Entonces dijimos -esa es una especie de escalera-, saltando piedras hasta llegar a La Escalón. Pero en realidad ya no fue posible hacer eso. La situación militar había variado en los lugares y hubo que hacer las cosas de manera diferente a como se había planeado.

 

Eso nos planteó una situación nueva. En el caso de Ciudad Delgado. conocíamos el terreno, dominábamos el área, lo cual, nos facilitó el trabajo allí, pero esto que venia era completamente desconocido para nosotros, nos íbamos a mover en terreno que no dominábamos, que era el mapa, la brújula y el picacho del Volcán de San Salvador, que lo teníamos enfrente, lo que nos servía de ruta. Tampoco teníamos información del enemigo.

 

El día domingo 19 a las 9:00 de la noche, siguiendo el picacho, pasamos la Carretera Troncal del Norte y nos tiramos a los barrancos, hasta la calle de Mariona. Nuestro criterio era evadir el dispositivo enemigo que suponíamos existía allá en Cuscatancingo, Mejicanos, Ayutuxtepeque y pasarle al norte y, así trabajamos.

 

Llegamos a la zona del volcán por San Roque, el día lunes 20 a las 9:00 de la mañana, comenzamos a buscar comida y después continuamos nuestro desplazamiento hacia La Colonia Escalón ya por las faldas del volcán, también en áreas completamente desconocidas. Hacíamos experiencias como la siguiente: llegando allí ese día, sacamos dos compas a caminar hacia la Escalón, buscando camino. La gente volvió como a las 3:00 de la tarde y, una hora después, a las 4:00 de la tarde, ya encolumnados los hombres con aquellos guías, después de haber caminado la noche anterior, de haber caminado todo el día, reiniciamos la marcha. Una voluntad de la gente impresionante, una inmensa fortaleza.

 

LOS HERIDOS TAMBIÉN MARCHARON

 

Otra cosa que quiero destacar, antes de todo, es la experiencia que hicimos con los hospitales. Como nosotros nos separamos de Ciudad Delgado, partimos el hospital médico para acá, con la columna que iba hacia la Escalón y los heridos, entonces yo le pido al que está en el hospital: “Mirá, yo necesito que me selecciones a los heridos que se van a recuperar en los próximos 10 días y los heridos que se recupera en 15 o 20 días. Los heridos que tenemos que mandar a la retaguardia, a los complicados que tenían fracturas, los encolumnamos para la retaguardia con un guía y dos hombres armados, los otros se quedaron en Ciudad Delgado, que era donde quedaba la fuerza principal.

 

La cantidad de gente seleccionada para la operación de la Escalón y los heridos que estaban en mejores condiciones de caminar, debían marchar detrás de la columna, para recuperarse en la marcha, y cuando estábamos haciendo esa partición allí, ya habían compañeros de las fuerzas especiales y de la columna que estaban heridos, que lloraban, así, como niños, cuando yo les decía que se iban a quedar. Y comenzaron hacer planteamientos locos, de que aguantaban y que querían ir con nosotros, porque para la gente estaba claro que esa columna se iba a meter más a la profundidad de la capital y querían ir allí. Hubo heridos que no lograron recuperarse durante lo que fue todo el movimiento y anduvieron hospitalizados en toda la marcha. Fueron a la Escalón hospitalizados, se encaramaron al volcán (de San Salvador) hospitalizados y regresaron al Guazapa todavía en el hospital. Los heridos y las voluntades no quebraron la voluntad y decisión impresionante de la gente. Compas que los hirieron dos veces, anduvieron hospitalizados allí, se recuperaron y volvieron al combate.

 

Entonces realmente la marcha hacia la Escalón, lo que tuvo fue un alto grado de audacia y arrojo, así la decisión de tirarnos a campo abierto, sin guía, sin fuerzas que nos asegurara la marcha, solo con la única advertencia a los compas de adelante de la columna, de que podrían encontrar a otros compas adelantes del FMLN y que, antes de tirar, trataran de establecer la identidad de los blancos, esa era la única recomendación.

 

Quiero decir una cosa sobre esto y es que en nuestro caso funcionó muy bien la calidad de la jefatura. Nosotros tenemos una jefatura allí, en el Frente Central, muy calificada, con una firmeza y con una iniciativa enorme, de tal forma que si uno les pide realmente cualquier cosa, se meten con arrojo y se convierten en una alta garantía para el éxito.

 

LA COLUMNA PECULIAR

 

En un momento por allí, caímos en territorio que no conocíamos, que es la parte del volcán más atrás de Mariona, y los jefes de las exploraciones de los pelotones, que son unos tigres, iban encaminando la marcha con una firmeza y una decisión admirables en terrenos desconocidos, sin conocer la situación enemiga y con la gran columnota de casi 300 hombres, que ya guardando la distancia, se extendía por casi dos kilómetros, así nos metimos allí, cafetalenado, nos metimos al volcán, bordeamos el volcán y saltamos a La Escalón.

 

EL ENEMIGO SE DEFIENDE

 

En cuanto a la organización de la defense del enemigo, a partir del sábado 18 y domingo 19, ya fue notorio que ellos comenzaron a escalonar el uso de sus fuerzas. Montaron un dispositivo, el primer escalón de fuerzas era con los cuerpos de seguridad y algunas compañías de la Primera Brigada que cuidaban el borde de las colonias. Un segundo escalón organizado con unidades de las otras brigadas y los destacamentos, despegó del área urbana, del casco urbano, y se adelantaban unos 500 o mil metros. Se emboscaban (meterse en el bosque) y patrullaba. Las áreas de posible penetración nuestra.

 

Ya la siguiente semana ese dispositivo comenzó a asentarse, primero tuvo dificultades, los soldados no se atrevían a salir de las colonias, se mantenían pegados a las casas, pero luego el dispositivo se fue asentando. Ya cuando nosotros entramos a la Escalón, el 29 de noviembre, el dispositivo empezó a funcionar, combatimos al objetivo y entramos, prácticamente burlándolo. Así nos acercamos y nos metimos. La entrada ya a la Escalón Norte fue rompiendo ese dispositivo, burlando una parte y abriendo el primer escalón.

 

El tercer escalón que ellos estructuraron estaba formado por unidades de los batallones élites, a las cuales heli-trasportaban en algunos casos, y las subían como en el caso del volcán hasta El Picacho, y comenzaba esa fuerza a desplazarse para abajo, para empujarnos contra el segundo escalón, para agarrarnos por arriba, y después por abajo.

 

Sobre la asimilación de las tácticas de combate urbano por parte de las Fuerzas Armadas (FAES), ese proceso fue más lento que en el caso nuestro, en un momento determinado, las instrucciones de los jefes de batallones a las tropas enemigas fue: “hagan lo que esos cabrones vienen haciendo, rompan las casas y avancen por las casas, atrincherense en las casas, combatan dentro de las casas”, Porque al principio nos comenzaron a combatir por la calle y sufrían muchas bajas. Algunos de sus batallones no aprendieron nunca a lo largo de toda la ofensiva.

 

Hay que decir, sin embargo, que ellos introdujeron algunas cosas nuevas en el combate urbano. Por ejemplo, el uso de gas lacrimógeno para combatir en las casas, esto lo utilizó el Atlácatl y la Fuerza Aérea. Ninguna otra unidad utilizó este material de combate. Claro, después de la sorpresa inicial aprendimos a neutralizar sus efectos encendiendo fogatas, con las cuales el gas se consume, se quema y, empleando otros recursos.

 

Cuando comenzamos a romper paredes de casas utilizando explosivos para avanzar hacia nuestras posiciones, se produjeron combates casa por casa, allí dentro de las casas, pero luego diseñamos mecanismos de defensa, permitíamos que rompieran la pared, pero les impedíamos el paso con minas antipersonales.

 

LAS CASAS DE LOS RICOS NO SON IGUAL QUE LAS CASAS DE LOS POBRES

 

Para nosotros que íbamos de combatir en un barrio popular, en la Escalón nos encontramos con una situación completamente distinta, en términos de las características de las construcciones, cada casa es una fortaleza, las puertas no pueden abrirse con ráfagas de fusil, es necesario emplear explosivos, casi por lo general todas son pequeñas fortalezas.

Lo otro es que el problema este de la construcción y de fortificación dentro de las casa es mucho más complicado, en Ciudad Delgado en cuestión de poco tiempo se tiene una casa bien fortificada, allí en la Escalón las paredes son gruesas y no tienen solo la cápita de concreto, sino que son fuertes, luego los terrenos, el tipo de construcción caprichosa, de repente uno sale de una casa y se encuentra con un muro de 20 metros de alto, o para arriba o un muro alto para abajo, y no hay como continuar. Esto convirtió en un proceso lento la consolidación de las fuerzas en el terreno y nos obligó a modificar la forma de avance, no podíamos aplicar mecánicamente la instrucción de avanzar por dentro de las casas, tratando de no quebrar una medida que habíamos planteado: “no avanzar sin registrar las casas” porque sabíamos que había tropa enemiga en ellas y para evitar que fueran a quedar las mismas metidas y nos atacaran por la espalda.

 

Otro elemento distinto fue el comportamiento de la aviación. Allí la aviación le tiró a las calles, ametrallaban en las calles, no ataron la construcción. Claro, los del Atlácatl si no respetaron las casas, desde que tomo posición comenzó a ubicar nuestras líneas de defensa y con el cañón 80 mm comenzó a desarmar las casas, unas casas bien bonitas que hay allí, con el techito rojo, parecen casitas de ensueño… las cañonearon, arrancándoles los techitos. Donde creían que había presencia nuestra agarraban a cañonazo casa por casa.

Pero el comportamiento de la aviación fue distinto totalmente que allá en Ciudad Delgado, Apopa, Soyapango y que en la Zacamil. Después del miércoles que tomaron la decisión de bombardear, nos encaramaron todo lo que tenían, con la artillería y la aviación, tirando ya sin ninguna consideración. Allí fue difícil para la población, a eso se debió precisamente, el hecho de que no hubiera allí en la Escalón ninguna baja de la población civil. Los muertos que se registraron en el Centro de Información Nacional (CIN) y que fueron presentados por el gobierno como civiles, eran en realidad efectivos militares, estaban bien armados.

 

La población civil en algunas casas nos disparó, pero fueron rápidamente neutralizados, sin siquiera herir a alguien, ahi hallamos las casa de los burguese preparadas para combatir. Después supimos por otras fuentes que ellos se habían preparado para la ofensiva, eso en referencia a los que se habían quedado, ya que una parte se había ido, varios de ellos organizados en las “Defensas Patrióticas”, que tienen comunicación telefónica y radial, se comenzaron a avisar desde que escucharon los primeros disparos y las primeras explosiones, entonces prepararon las municiones, las escopetas, las pistolas, las mesas llenas de tiro, cerca de las ventanas, pero cuando oían el timbre, el estallido de la carga explosiva en la puerta, era una sola carrera, ahi os compas encontraban la escopeta y los tiros regados (desparramados) por toda la sala.

 

En las casas que fueron blanco de los cañonazos del Batallón Atlácatl, la gente que está allí, nosotros la sacamos y la metíamos en los cuartos de abajo, la protegíamos aún a riesgo de tener bajas en nuestras fuerzas. Eso redujo los riesgos de baja en la población civil.

 

LOS EMPRESARIOS NO CONOCÍAN EL MUNDO

 

Otra experiencia en la Escalón fue la conversación con los empresarios, que nos dejó varias lecciones importantes, uno es el aislamiento de esa gente del mundo en que viven, desconocen un montón de cosas, es increíble… y uno se puede crear la impresión de que con todo lo que se dice en la radio, que con toda la información que sale en todos esos noticieros, todo el mundo tiene que saber de todo en este país. Y no es así, el otro problema es que esa gente en gran manera desconocía los propios planteamientos del FMLN, hablando con esa gente, se sentían extrañados de muchos planteamientos nuestros.

 

Hubo quienes nos dijeron: “Si, yo soy de ARENA, me gusta Cristiani yo voté por Cristiani, creo en Cristiani”, Así, y a continuación el planteamiento de como veían ellos las cosas, preocupados por la profundización de la guerra, preocupados por la reducción de sus empresas, porque iban para atrás por la destrucción que causaba el conflicto, planteando y expresando su disposición de incorporarse a la búsqueda de una solución, expresando también que existen otros empresarios abiertos, que nos escuchan, críticos de los escuadrones de la muerte, críticos de la Fuerza Armada, críticos en términos generales, del ejército, de los militares, pero que no conocen absolutamente nuestros planteamientos.

 

Yo creo que esos efectos de esa experiencia y de esos contactos eran un reto para el FMLN. Trazar, diseñar líneas que nos permitan tener acceso a esos sectores, y no que solamente conozcan nuestros planteamientos, sino que diseñar, plantear formas que los hagan expresar cuál es su pensamiento y su posición, porque son sectores que pesan en la vida del país. Así que hay que buscar la forma de como canalizar sus inquietudes y sus preocupaciones.

 

Los empresarios se mostraron sorprendidos del trato que les dábamos. Los compas me informaban por radio y preguntaban ¿Qué hacemos? estamos en la casa de fulano de tal, y los trasladaban de lugar. Los combatientes son fieras para combatir el enemigo uniformado, pero ese que llevaban ahí, que siendo enemigo de clase y todo, le decían: “Agáchese que aquí están disparando”. Entonces la gente misma se mostraba sorprendida de esa actitud de los compañeros: “Mire, agáchese que aquí los soldados miran este sector y le pueden tirar. Mejor entremos por la sala para que no le vayan a disparar”. Entonces se sentían como protegidos por la gente que ellos consideraban sus enemigos. Casi todos decían después que se consideraban así mismos muertos cuando se daban cuenta que habían caído en manos del FMLN, por eso se mostraban sorprendidos del trato humano que recibieron.

 

LOS MEDIOS DE PRENSA

 

Respecto a los medios de prensa, hay que decir que en Ciudad Delgado no habíamos visto ni un solo periodista desde que entramos, a saber porque razón, realmente el tratamiento que le dio el ejercito a Ciudad Delgado fue completamente distinto al de los otros puntos de la capital que fueron tomados por el FMLN en la ofensiva. Allí en la Escalón estaban los periodistas, escuchamos los nombres de algunos que estaban queriendo entrar, la respuesta de los oficiales era: “Pídale autorización al Estado Mayor”, y el periodista que respondía: “Si ya tenemos permiso”, pero no los dejaban pasar. En otros casos la prensa se metía y salía a la hora que quería, en el caso de Ciudad Delgado que fue la posición que duro más en poder del FMLN, no permitieron el acceso de la prensa, nosotros nos encontramos con la prensa hasta en la Colonia Escalón y allí dimos declaraciones.

 

LOS DIPLOMÁTICOS, UN TRATO ESPECIAL

 

Nosotros teníamos instrucciones previas de la Comandancia, hacia el personal diplomático, extranjero, debíamos darles un trato especial. Dimos todas esas medidas al entrar, de advertirles a las embajadas, a los cónsules. Aparte era labor que hacía la radio (del FMLN), que estaba pasando orientaciones de cómo manejarse para las embajadas en el caso de que las fuerzas nuestras penetraran a las colonias, nosotros también hacíamos eso, el llamado, la advertencia: “Miren, metan a los guardias, a los policías que tengan allí para no tener problemas con nosotros, no tenemos nada contra ellos ni contra ustedes, pero que no disparen, métanlos”. La mayoría de los embajadores casi todos metían a los policías a las casas, algunos hasta los desarmaron temiendo de que el policía se les libreteara y se armara una balacera. Hubo un solo incidente en el que estuvimos a punto de chocar, fue un camión de la Embajada de Alemania que iba saliendo, todavía temprano medio oscuro, fue el día 29, entonces un compa paró el camión, y encandilado por los faros, no se daba cuenta que venía gente armada arriba, entonces, cuando el compa salió de los efectos de la luz del camión, le aparecieron 3 hombres con fusiles G-3 apuntándole y gritándole que eran de la Embajada Alemana: “Ah, bueno, que les vaya bien” les respondió el compa, y se fueron. El compa, en realidad, se quedó helado cuando vio los fusiles, y esto es importante y lo menciono por el hecho que se trata de combatientes campesinos, humildes, sencillos, con una psicología de confrontación al enemigo armado; pero como, y aún en medio del fragor del combate, le funciono la cabecita para aplicar las instrucciones impartidas por el mando en cuanto al personal diplomático, de no tocarlos, que no era importante, por tales y tales razones. Pero ya en concreto, ese hombre allí, frente a los fusiles, pudo haber disparado, entonces, incluso, les dio la espalda: “Ah, que les vaya bien”.

 

En lo que se refiere a que si hubo pláticas con diplomático, hubo una conversación pero con un asesor norteamericano, que realmente no nos dimos cuenta inicialmente que era un asesor, supimos cuando la Comandancia nos informó que allí en el área había un oficial norteamericano y que el Departamento de Estado estaba preocupado por la situación de él, porque había quedado en un sector nuestro y hasta daban la ubicación de la casa; el contacto con él fue cordial, había una compañera herida y los compañeros entraron a la casa, él pidió que se nos ayudara, la esposa del asesor hablaba español y nos ayudó. Así, mientras se curaba a la compa se dio la conversación. Dicen que el hombre, posteriormente, informó que había tenido contactos con jefes del FMLN y que le pareció gente madura, serios, con capacidad militar, porque estuvieron haciendo preguntas: ¿Cómo va? ¿Cómo viene? y todas esas cosas. La casa de ellos no se tocó, ni el cateo normal que le hacíamos a todas las casas se hizo allí, por la actitud que se encontró en ellos.

 

EL CONTRA-ATAQUE RESULTÓ CRUENTO E INFRUCTUOSO

 

Es aquí donde yo sentí mayor esfuerzo del enemigo por desalojarnos, y por eso es que el volumen de bajas del enemigo en La Escalón fue muy alto, fueron más de 40 muertos, fueron 43 los muertos, fue un desangramiento profundo de esa fuerza.

El primer combate en la madrugada se dio con el Batallón de Infantería de Marina, ellos estaban cuidando la zona, a ellos fue que empujamos y a los que sacamos del área, más tarde entró el Batallón Belloso, fue la segunda columna que aplastamos, y quedó el montón de mochilas, agarramos los primeros fusiles y radios de comunicación, después entraron los blindados a intentar sacar los cadáveres del Belloso, los derrotamos también, destruimos las tanquetas, luego entró la IV Brigada de Infantería, al oriente del Hotel Sheraton, hacia arriba y, ya antes de entrar al área ya llevaba bajas, cuando llegó a las líneas de combate, todo su esfuerzo y apoyo aéreo que pedía, era sólo para sacar del área de combate a sus heridos.

 

El Batallón Atlácatl no entró de inmediato porque había subido al volcán, se bajó y nos entró por el norte, por la pedrera, allí comenzamos a combatir con ellos, fue la unidad que hizo más resistencia y más esfuerzo por penetrar, pero a partir de las 3:00 de la tarde, todo el combate del Atlácatl era para sacar también a su grupo de heridos y muertos que tenían metido en un hoyo. Así, bien rápido, se había revertido el papel de la fuerza ofensiva, en una fuerza que peleaba por sacar a sus bajas.

 

LA GUERRA LLEGÓ AL CORAZÓN DEL ENEMIGO

 

Si se analiza el plan de la ofensiva, a excepción de Cuscatancingo, donde se atacó el cuartel de la Policía Nacional, no hubo ningún otro caso de inversión de fuerzas del FMLN buscando una victoria militar, todo eminentemente, fue la toma de los barrios, en las colonias, en los poblados, para atraer fuerzas enemigas, desgastarlas, y con nuestra presencia estimular la incorporación de las masas. Así se presentó esto.

En el caso de Ciudad Delgado, examinamos como la vida demostró que fue correcta la apreciación de que con nuestra permanencia en los barrios y el desgaste de las fuerzas enemigas, íbamos a estimular a las masas a que se incorporaran, así sucedió en los barrios populares, y la masa se incorporó y se metió.

 

El movimiento nuestro hacia la Escalón se dio con la proyección general de desestabilización de toda la conducción política y militar del enemigo, como efectivamente sucedió. Se concibió en función de desestabilizar la cabeza enemiga. Tanto en lo político como en lo militar, y de estimular a las masas. Ya había un sentimiento de demanda en las masas, que veían necesario que la guerra se llevara a las colonias privilegiadas.

 

Nosotros apreciamos que después de cuatro o cinco días de desconcierto, de desorganización, y después de sobreponerse al impacto de la ofensiva, ellos comenzaron a mover sus fuerzas y a darles las primeras formas de organización si se quiere. En principio fue una reacción primitiva de halar fuerza para protegerse, porque se sentían amenazados, porque vieron cerca la derrota, vieron cerca el hundimiento, y lo sintieron y lo expresaron así, entonces comenzaron a halar fuerzas. Al principio uno podía darse cuenta que había desorganización completa en el enemigo, el montón de unidades metidas en la capital, metidos en los territorios con un montón de problemas de coordinación, pero poco a poco el plan se fue acentuando y estuvo vinculado a que ellos no tenían mucha presión en la cabeza.

 

Ellos tienen mandos regionales que asumen la conducción regional de la fuerza, que deciden el apoyo que necesita el Estado Mayor, que pide según el caso, el apoyo de la aviación, la artillería, pero que fundamentalmente, son los mandos regionales los que asumen la jefatura de las operaciones en esta región. Así pasa con el mando de San Miguel, Usulután, Zacatecoluca.

 

Con el traslado a la Escalón, la desestabilización en el mando de la cabeza fue llegando y comenzó la desbandada de los familiares de los militares, era un drama, la gente esta salía corriendo de la colonia, metían las maletas en sus carros, se montaban, y allí, en lo oculto, salían las columnas guerrilleras que andaban en la zona haciendo barricada, y la gente que venía corriendo de la Escalón venía a caer en otra atarraya guerrillera. Me contaron un día que hicieron una barricada con 57 vehículos, allí por Olocuilta, y casi todos los carros repletos de maletas.

 

Entonces se produjo la desorganización. Se desestabilizó la cabeza del enemigo, ya el hecho de que al militar se le vaya la mujer, los hijos… ya su cabeza la tienen complicada con otros problemas, además de los que tienen en los frentes de combate, el sentir amenazada su colonia, su carro, es una complicación y, andaban preguntando frecuentemente por radio cómo era la situación en el área donde vivían, y andaba metida esa preocupación en su cabeza, porque allí estaba su mujer, sus hijos y sus carros, los bienes materiales que había acumulado durante la guerra, por los cuales se había arriesgado tanto.

 

Después de la incursión que se hizo por el lado de la colonia La Sultana y del Estado Cuscatlán, el abatimiento de los militares -se sentía así por la radio-era enorme, compañeros que se encargaban de mantener el control de esas áreas informaban que todos los días, en las tardecitas, como a las 4:00 de la tarde, comenzaba la columna de carros de allí de la Colonia Arce, a salir con colchones y maletas, y se iban a dormir a otra parte temiendo los ataques nocturnos nuestros.

 

Esa desestabilización se dio, el siguiente hecho lo ejemplifica: desde el propio Estado Mayor disparaban los morteros para defenderse cuando estaban compañeros por la Torre “Democracia”, desde el parqueo del Estado Mayor disparaban las bengalas. Imagínate cual es el estado de las jefaturas que están metidas allí en los cubículos esos, en operaciones de información, de conducción, dándose cuenta que ya tienen que estar disparando.

 

Y EL ENEMIGO VIO MUY CERCA LA DERROTA MILITAR

 

La incursión a la Colonia Escalón constituyó un momento sumamente crítico para la dictadura militar, no fue una acción aislada, sino, parte de un movimiento más amplio con otras direcciones de ataque, entre ellas la que abarca desde la Sultana hasta la Monserrat, el Estadio Cuscatlán, que son más de dos kilómetros. En una zona importantísima, desde el punto de vista militar, con acceso al Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de El Salvador, a la Colonia Manuel José Arce, prácticamente exclusiva de jefes militares, a la autopista sur y otros pueblos relevantes, esta fue una dirección que asustó al enemigo porque les comenzaron a reportar la presencia de columnas guerrilleras por el edificio “Democracia”, que está detrás del Estado Mayor y enfrente de la colonia de los militares, y comenzaron a comunicarse por radio detectándoseles no sólo la desesperación, sino impotencia, incapacidad para organizar una defensa efectiva.

 

“Ahí vienen avanzando, vienen rompiendo casas, son un vergo (un montón, muchos)”, decían, y comenzaron a llegar los primeros refuerzos, aparecieron los helicópteros, a verificar que efectivamente era una gran cantidad de guerrilleros los que estaban bajando desde la Colonia La Cima, el otro refuerzo fue el de los blindados, y estos a los que llegaron fue a esconderse, porque desde que llegaron allí, por la 49 avenida sur frente a Monserrat, les tiraron el primer cohetazo, y a partir de allí los tanques se escondieron, cubriéndose de la línea de fuego de los coheteros.

 

Estabilizar momentáneamente la situación planteada por nuestro movimiento, fue bastante difícil y costoso para el enemigo, el impacto de los combates en la profundidad de su retaguardia, en su propia guarida, les hizo sentir como nunca antes la posibilidad de una derrota en el terreno militar. La maniobra sobre la Escalón, San Benito y el sur poniente de la capital, configuró, junto con el accionar en otros puntos de la San Salvador y del interior del país, un cuadro delicado para las Fuerzas Armadas, que los aproximó a la derrota total, la vieron muy cerca, yo creo que no deseaban, ni les convenía, volver a estar en una situación igual, y sabían que podía volver a ocurrir.

 

En la noche del 13 de noviembre integrantes del Batallón Atlácatl hicieron un registro de la casa de los padres ubicada en la universidad. El padre jesuita Ignacio Ellacuría, que había llegado ese día de España, la acción de los militares no lo interpretó como una amenaza o signo de que era parte de un operativo mayor.

 

Lo valoró como una señal de seguridad porque los efectivos no habían encontrado nada en la comunidad que los pudiera relacionar con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y tampoco materiales que, en versión de quienes dirigían el operativo, pudieran considerarse “comunistas”.

 

Algunos de la comunidad insistieron, que el registro podría ser aviso de otras cosas. Él respondió que no había que ponerse paranoicos. Dijo que los militares ya habían visto que no había nada y, por lo tanto, no los molestarían más. A quien estaba a cargo del operativo le pidió hablar con el ministro de la Defensa o con el superior al mando de la operación, pero éste se lo negó de manera tajante, argumentando que cumplía órdenes superiores.

 

El historiador jesuita Rodolfo Cardenal, sobrino de los padres Ernesto Cardenal, el poeta, y de Fernando Cardenal, el jesuita, que vivía en la comunidad de la UCA, después del registro decidió irse de la casa y quedarse en otra comunidad en San Salvador.

 

Pareciera que Ellacuría quiso demostrar que no debía nada. Esconderse podría haber sido interpretado como si hubiera hecho algo malo. Por eso no le gustó que los dirigentes de la oposición política hubieran buscado refugio en las embajadas.

El 16 de noviembre de 1989 fue asesinado por un pelotón del batallón Atlácatl de la Fuerza Armada de El Salvador, bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, en la residencia de la Universidad, junto con los jesuitas Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López. Fueron también asesinadas Elba Julia Ramos, persona al servicio de la Residencia, y la hija de ésta, Celina, de 15 años. En la actualidad, el cuerpo de Ignacio Ellacuría yace enterrado en la capilla de la UCA.

 

 

@RubenAguilar