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Convicciones

Rubén Aguilar Valenzuela. Foto: Especial

Rubén Aguilar Valenzuela. Foto: Especial

05 de Septiembre 2024

El agua grande, tratado sobre la narración 

Rubén Aguilar Valenzuela

 

Hugo Hiriart (Ciudad de México, 1942) dice en Letras Libres (19.06.17) que la novela El agua grande (Tusquets Ediciones, México, 2002) “fue escrita en el año 2000, cuando trabajaba en Nueva York. La fui redactando a partir de notas manuscritas que llevaba de México. Por diferentes razones, al principio de mi estancia en Nueva York pasaba mucho tiempo solo. Los fines de semana nada más usaba la voz para pedir mi comida a los meseros”.

 

“Soy razonablemente sociable y platicador y me consolé de mi involuntario voto de silencio dándole vueltas, sin prisa, a la novela. Leía en aquellos días con gusto un curioso volumen de Jules Laforgue que había encontrado en una librería de viejo. No tenía ansias y clásicamente podía leer un libro solo para redactar con puntualidad un párrafo, y era feliz. Un día, ya aclimatado en la enorme ciudad, advertí bruscamente que el libro estaba terminado”.

 

Y agrega que la novela “salió como salió, no planeé nada, no hice esquemas –me chocan– ni elaboré escaletas –también me chocan–. Nada más hice correr la pluma y la novela se fue armando al avanzar. Si todo está previsto minuciosamente, escribir cobra algo de cosa obligatoria, obediente, por tanto, y tediosa. Reconozco que el libro puede carecer de lo que se te ocurra, pero tiene, eso sí, una cualidad que apreciamos en las mujeres, los niños y los gatos: tiene ese valor que llamamos vivacidad”.

 

En la novela el sabio Magistrodontos prepara a su discípulo para recibir una revelación clave sobre el arte de contar. Así, mientras explica cómo fue que Cosme el Enamorado se enfrentó al gánster más temido y malvado de la isla de Belotina a fin de recuperar el amor de la bella Theodora Karpeta, Magistrodontos recrea, ante nuestros ojos, algunos de los secretos sobre los que fluye la literatura mayor, la que perdura y trasciende países e idiomas.

 

Hiriart, que realizó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirma “no recuerdo desde cuándo me había dado por cavilar en el transcurrir, fluyendo. El río, claro, fácil de visualizar, de hecho es una de las imágenes básicas de nuestro repertorio de representaciones obligadas. La vida misma avanza fluyendo de la infancia hacia adelante, y, sin embargo, es difícil de imaginar: ¿puede hallarse una imagen visual de este fluir de la existencia? Prueba. Hay algo ahí que se resiste”.

 

Y continúa “más sencillo, suponía, sería examinar cómo fluye una narración, qué grado de viscosidad tiene, por ejemplo, dado que, después de todo, la narración es un espejo que habitualmente trata de reflejar el correr de la existencia. Este es grosso modo el tema de El agua grande, el transcurrir. En estas indagaciones me identifico a veces con el anónimo discípulo del sabio y tenaz Magistrodontos”.

 

Es un texto difícil, y al tiempo enigmático y provocador, donde Hiriart, que estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, se adentra en el tema de saber contar. La obra se propone, más bien se convierte, en un complejo tratado sobre la narración. El escritor y dramaturgo, que ha escrito en una gran cantidad de medios mexicanos, tiene una forma de narrar que le es muy propia, es un estilo inconfundible y también único.

 

El agua grande

Hugo Hiriart

Tusquets Ediciones

México, 2002

  1. 138

@RubenAguilar