Por Israel Navarro
Toda elección se trata de la disyuntiva entre cambio o continuidad. Generalmente, los electores se pronuncian por el cambio, y es el primer concepto que los candidatos tratan de adueñarse porque las elecciones se ganan vendiendo esperanza por el futuro, y no gratitud por el pasado. Pero un caso que llama la atención es el de Recep Tayyip Erdogan, quien ha sido reelecto Presidente de Turquía, con lo que inaugurará su tercera década al frente del país.
Erdogan lleva gobernando desde el 2003 bajo una visión conservadora con tintes religiosos y autocráticos; y elección tras elección, ha logrado refrendar la confianza de su pueblo en esta manera de gobernar. Sin embargo, esta ha sido la ocasión en la que ha tenido mayores aprietos para lograr el referendo de su mandato. Siempre había ganado en primera vuelta con más del 50% de los votos.
Esta vez se quedó corto, por lo que hubo una segunda vuelta, en la que Erdogan alcanzó finalmente el 52.18% de los votos contra el 47.82% del líder de la alianza de oposición Kemal Kiliçdaroglu. Parte fundamental del triunfo fue que el candidato que quedó en tercer lugar en la primera vuelta, y que había obtenido el 5%, del dio su respaldo.
Y si bien, Erdogan volvió a ganar, el hecho de que haya habido una segunda vuelta habla de que cada vez se le reduce su margen de maniobra electoral, una tendencia que comenzó desde el 2019, cuando en las elecciones locales su partido perdió las alcaldías de las tres ciudades más importantes de Turquía.
Hoy, con la economía pegándole al bolsillo de los turcos, y los reclamos de la población por la pobre reacción y preparación para afrontar los efectos del terremoto que cobró la vida de 50,000 personas, y el país dividido políticamente, va a tener condiciones de gobernabilidad muy adversas. Porque se hace campaña para la base, pero se gobierna para todos, hasta para la mitad del país que no votó por él.
Con su base tendrá que moderar las expectativas de las promesas de campaña, y a la oposición tendrá que quitarle los motivos para impulsar el cambio. Algo ha de haber hecho en los últimos 20 años, que le es atractivo a la gente; como la mediación en conflictos que pondrían en jaque la seguridad alimentaria del mundo, o la conciliación con Rusia.
Si algo se le puede reconocer es que ha hecho valer el peso geopolítico que tiene Turquía en el plano internacional y regional, especialmente en el contexto de la guerra ruso-ucraniana, porque los turcos son sus vecinos inmediatos y parte de la OTAN. Vamos a ver si en los siguientes cinco años, puede consolidar un cambio, o si es pan con lo mismo.
*Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael