Por Israel Navarro
Tremendo revés el que le dio la Suprema Corte de Justicia de la Nación a la 4T. Resulta que como el presidente no tenía la mayoría calificada pasar la reforma constitucional y meterle mano al INE, el llamado plan A, la bancada de Morena y aliados recurrieron al Plan B, es decir modificar las leyes secundarias para afectar el presupuesto y funcionabilidad del órgano electoral. Pero lo hicieron con chicanadas, mañosamente en fast track para que la oposición no tuviera ni tiempo de analizar la propuesta y además cambiando la sede de votación para afectar la asistencia de los legisladores no afines al proyecto.
Cuando esto pasa se puede promover un recurso de inconstitucionalidad. Es decir, preguntarle a la Suprema Corte si lo que hicieron estuvo apegado a derecho o no. En este caso, el Poder Judicial tiene el derecho de tumbar esa ley aprobada a la mala. Y eso fue lo precisamente lo que pasó. Se requerían 8 de 11 votos para desechar la primera parte del Plan B de AMLO. Todos los ministros determinaron que el proceso legislativo estuvo viciado, hasta Loretta Ortíz y la ministra pirata Yasmín Esquivel dijeron que sí había fallas pero que no eran tan graves como para derogar la iniciativa del presidente. La votación final fue 9 a 2.
Esto, puso muy de malas al presidente, quien ahora ha emprendido una cruzada feroz contra el Poder Judicial, nomás porque no está supeditado a lo que él quiere, argumentando que están trasgrediendo la voluntad del pueblo que eligió a los legisladores de Morena. Claramente AMLO no cree en la separación de poderes. Cuando propuso a los ministros González Alcántara, Ríos-Farjat, Ortiz y la ministra pirata Yasmín Esquivel, esperaba floreros, no imparcialidad.
Lo peligroso es que ahora tiene a la Suprema Corte en la mira. Con el plan C pretende ganar la mayoría absoluta de los diputados en el 2024. 334 de 500. Si eso pasa, el nuevo congreso entraría el 1 de septiembre de 2024. Y López Obrador termina su presidencia el 1 de octubre. Ese mes le basta para reformar la Constitución para que los ministros sean elegidos popularmente. Como candidatos. Y si bien no serán cuadros abiertamente morenistas, a los que sean afines al régimen les dará todo el apoyo de la maquinaria electoral y de gobierno para que queden electos. En ese momento se acaban los contrapesos al poder Ejecutivo. Sí, esto es altamente riesgoso para la democracia e institucionalidad del país. Autoritarismo puro y duro.
Por lo pronto ya empezó la campaña de desgaste al Poder Judicial. Inclusive los ataques vienen de cuentas oficiales ventilando cuánto ganan los ministros, sus prestaciones, vehículos, y hasta con qué equipos trabajan. Esta será la bandera de campaña de AMLO con la que va a seguir con su estrategia de polarización. La elección del 2024 ya arrancó.
*Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael