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A la báscula

Voces

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16 de Octubre 2024

Nunca lo entendió

Julián Parra Ibarra

El hecho de que la presidenta Claudia Sheinbaum haya ‘despausado’ la relación con el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, no significa que éste pueda seguir entrando y saliendo de Palacio Nacional como si fuera su casa, como ocurrió durante la mayor parte de la administración pasada, hasta que el principal inquilino de Palacio le puso pausa.

En la nueva administración, se dijo que se reanudarían las relaciones pero que con ciertas ‘condicionantes’ que en realidad no lo son tanto, sino parte de las reglas no escritas entre gobiernos, sobre todo en materia de relaciones diplomáticas.

Nunca antes del sexenio anterior un embajador, de cualquier país, había mantenido una relación directa con el presidente, ni tantas veces entraba al lugar donde residía el mandatario mexicano. 

El trato porque así lo decidió ya saben quién, fue directo con Salazar, brincándose a la secretaría de Relaciones Exteriores y a su titular, lo cual nunca debió haber sido así, solo que era tal el protagonismo del ahora ex mandatario, que él quería repicar las campanas, tronar los cuetes, ir en la procesión, ser el tamborero y el danzante al mismo tiempo.

Hasta que las declaraciones de Salazar en torno a la reforma Judicial incomodaron –y encabronaron- a López, fue que le puso ‘pausa’ a su relación con el embajador, no tanto con el gobierno norteamericano.

Lo que ha decidido Claudia Sheinbaum no es otra cosa que volver a las cosas a la normalidad, las reuniones deben ser entre pares o lo más parecido a ello. Si el embajador requiere plantear algún asunto que interesa al gobierno norteamericano con el mexicano, debe ser a través de la cancillería. López se rebajó al nivel de un embajador.

Ken Salazar regresó la mañana de este martes a Palacio Nacional para la reunión empresarial México-EU que sostuvieron con la presidenta de México, pero ya reubicado en la realidad que le corresponde, el embajador se mantuvo con el perfil que siempre le debió corresponder. Una de las cantaletas de López durante mucho tiempo fue que había que respetar la investidura presidencial, pero fue justamente él quien nunca la respetó; nunca se dio a respetar como presidente, porque quería pichar, cachar y batear al mismo tiempo, y nunca se dio cuenta que él era el mánager, era el responsable de la estrategia, y definir los movimientos para ganar los partidos. Llegó, se fue, y nunca lo entendió.

X= @JulianParrraIba