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Regresa a Torreón la guerra de pandillas

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09 de Diciembre 2024

Víctor Barrón

En el corazón del sector suroriente de Torreón, la sombra de las pandillas vuelve a oscurecer las calles, dejando a su paso una ola de violencia que marca vidas y destruye familias. El reciente enfrentamiento entre “Los Vagos 13” y “Los Campos 13”, que cobró la vida de dos jóvenes en la colonia La Dalia, reabre una herida que la ciudad creía cerrada, pero que sigue palpitando bajo la superficie. Este hecho trágico pone de nuevo en el centro de atención una problemática histórica: las pandillas como un reflejo de la exclusión y la falta de oportunidades.

Lejos de ser un problema del pasado, las pandillas en Torreón resurgen con códigos renovados, transmitidos de generación en generación. En barrios vulnerables, donde la falta de empleo, educación y programas de prevención generan un vacío, estos grupos se convierten en un imán para jóvenes que buscan identidad y pertenencia, aunque ello los lleve por caminos de violencia. Sus códigos y territorios, defendidos con agresividad, no solo afectan a quienes los integran, sino a toda la comunidad, generando luto y temor en las familias.

A través de los testimonios de madres como las de Jared y Byron, víctimas recientes de esta espiral de violencia, se exploran las raíces de las pandillas, su evolución y el impacto devastador que tienen en la sociedad lagunera. Más allá de las cifras y los titulares, sus historias son un recordatorio de la urgencia de intervenir y reconstruir el tejido social en el municipio lagunero.

Territoriales y con una identidad forjada en la calle, las pandillas son capaces de reinventarse, incluso cuando parecen estar al borde de la extinción. En estos espacios vulnerables, ser parte de una pandilla se convierte, para muchos jóvenes, en la única opción visible para pertenecer a algo, aunque esto los arrastre hacia un camino de violencia y muerte.

“Mi hijo nunca fue pandillero”

El 3 de noviembre de 2024, un cruel enfrentamiento entre pandillas sacudió al municipio de Torreón, Coahuila. El choque entre “Los Vagos 13” y “Los Campos 13” dejó un saldo de dos jóvenes asesinados de forma brutal en la colonia La Dalia, en el sector suroriente de la ciudad.

Jared es uno de los dos fallecidos en aquella madrugada de domingo en La Dalia. Tenía 21 años, trabajaba en un autolavado y según narró su madre, era un joven que pasaba tiempo en compañía de familiares y se preocupaba por ellos. Jared tenía poco de conocer a los integrantes de “Los Vagos”, afirmó la entrevistada, y la muerte lo tomó por sorpresa.

“Es una cosa muy difícil para mí porque mi hijo no era un vago ni malviviente, nada. Mi hijo era un hijo de casa, él trabajaba y se dedicaba a cuidarme a mis niños mientras yo trabajaba y él no salía, él afuera de con mi mamá y eso fue en un momento que nadie se lo esperaba. Él estaba en una fiesta y vinieron y lo buscaron esa fiesta y lo invitaron, que se andaban peleando. Él tenía poco tiempo de conocer a esa ‘bolita’”.

“Y por no decirle una grosería a mijo, pues mijo salió y ahí anduvo, pero desgraciadamente por uno la llevó él y me lo iban siguiendo y atrás de conmigo donde yo vivo, pues encontré el cuerpo de mi hijo todo destrozado de su cara”, manifestó la mamá de Jared.

El conflicto entre esos grupos es antiguo, agregó, pero aún con el antecedente de esa rivalidad, jamás imaginó que eso también le traería un daño irreparable a su familia.

“Perder un hijo es un dolor muy grande que a nadie se lo deseo, a nadie; es más, ni a mi peor enemiga se lo deseo, a nadie, porque es un dolor horrible, horrible y más porque tú lo encontraste a tu hijo, tú lo encontraste ahí tirado y sabiendo que tu hijo no andaba así, en malos pasos ni nada”.

Los presuntos implicados en el asesinato de Jared y de un hombre identificado como Felipe de Jesús, fueron vinculados a proceso por el delito de homicidio calificado y con ventaja y el proceso en su contra sigue en desarrollo.

Oscuridad que nubla la memoria

Pero este tipo de escenarios tiene un antecedente aún mayor que, décadas atrás, lastimaba ya la paz de los hogares en la Perla de La Laguna.

Hace casi 30 años, un altercado entre grupos antagónicos en una colonia conflictiva de Torreón cobró la vida de Miguel, joven de 16 años, quien fue acorralado por varios pandilleros que se habían internado en el barrio rival.

A Miguel le dispararon en dos ocasiones y continuaron golpeándolo mientras estaba tirado en el pavimento. Un par de personas que se encontraban cerca de la calle donde ocurrió la acometida, se apresuraron a auxiliarlo, momento que los agresores aprovecharon para darse a la huida.

Familiares que acudieron al lugar para ayudarlo, mencionaron que al principio, su rostro era irreconocible debido a la cantidad de sangre que lo cubría. Todo parecía una escena irreal y en medio de esa atmósfera, la vida de Miguel terminó por apagarse.

“Todo se oscureció, de repente no se vio nada, de repente todo se vio bien oscuro. Fue una cosa muy rara porque sí, yo me acuerdo de eso muy bien, que todo se oscureció, no sé, como si hubiera sido una sombra”, narró un familiar cercano.

Durante las siguientes semanas continuó la violencia en ese sector, donde la lucha entre pandillas dejó al menos tres decesos más de manera violenta.

Y el caso de Miguel tuvo justicia, ya que el joven sujeto que le provocó la muerte fue detenido en una ciudad de la frontera norte del país y estuvo en prisión.

No obstante, en un giro de las cosas, el homicida perdió la vida tiempo después durante una riña callejera que tuvo lugar fuera de Torreón, sin que esta noticia de ninguna manera aliviara la enorme tristeza que para la familia de Miguel significó su pérdida.

Matar en defensa de un territorio

Exactamente una semana después de la tragedia ocurrida en La Dalia, el 10 de noviembre de 2024 tuvo lugar otra muestra de la agresividad de pandillas, cuando varios menores de edad atacaron a Byron Alberto Sonora Hernández, de 14 años de edad, provocándole la muerte en una fiesta al interior de un centro social en Torreón. Byron había asistido acompañado únicamente de una amiga.

En un principio se habló de todo como un pleito por una gorra y unos tenis, pero de acuerdo con la señora Yajaira Hernández, mamá de Byron, el ataque se habría dado porque su hijo fue ubicado como vecino de la colonia Nueva California y los agresores presuntamente pertenecen a una banda de otro sector habitacional como es la Aviación, “Los Planta 420”.

A Byron se le habría asociado con una pandilla denominada “Los Califas 13” y por esa razón fue atacado a golpes, botellazos y finalmente herido en la espalda con arma blanca. Dos de los participantes de la pelea enfrentan cargos por homicidio calificado.

“Dicen que una chava, aparte de que la amiga que lo llevó (…) fue la que les habló a los de Planta para decirles ‘Aquí está Byron, el de Los Califas’, por eso fueron y le pegaron. Que supuestamente dicen que nada más le iban a poner, pero el mocoso por quererse lucir con la mocosa, sacó el cuchillo”, afirmó Yajaira Hernández.

La rivalidad de esos grupos urbanos tiene una antigüedad aproximada de 17 años e involucra a pandillas como “Los Madrileños 47”, también de la Nueva California y “Los Bañados 40”, éstos del barrio La Cuquita o El 1, cuyos integrantes también protagonizaron hechos de sangre en esta ciudad.

Y de forma reciente, señaló, generaciones anteriores hicieron contacto con las actuales y les transmitieron todos los códigos no escritos que rigen el actuar de las pandillas.

“Los viejos, los que son más mayores empezaron a juntarse con los chavillos, empezaron a platicar que ‘Yo cuando andaba, yo que hacía y deshacía’ y todo eso, pues les da alas a los alacranes (…) Los grandes, volaban a los morrillos de que hacían, de que el barrio, se metían en el alma al barrio y mataban por defender un pinche pedazo de esquina”, manifestó.

Así, como si de un ciclo se tratara, regresan elementos como el comportamiento, la forma de vestir y el uso de la violencia como herramienta para defender un sentido de pertenencia.

Hoy en día, opinó la madre de Byron, las circunstancias mencionadas se agudizan gracias a la penetración de las redes sociales entre la población juvenil y agregó que en el trayecto, la proliferación de esos antivalores sigue cobrando la vida de jóvenes como su hijo y deja una cicatriz a nivel de las familias y de la sociedad.

“Duele y va a doler toda la vida porque era mi hijo, era mi niño y no merecía morir de esa manera y bueno, a manos de unos niños que echaron a perder su vida, porque los va a marcar un destino para siempre”, externó.