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¿Qué se necesita para ser Santo? ¡Otro milagro!

Foto: Especial

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15 de Julio 2021

Cuando monseñor Hilario González, obispo de la Diócesis de Saltillo dijo ignorar en qué etapa precisa se encontraba el proceso de canonización y que lo que se necesitaba era otro milagro; su respuesta no se encontraba nada alejada de la realidad.

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En mayo de 1996, Saltillo atestiguó un milagro. El doctor Mario Alberto de la Peña Rebonato estaba a punto de morir, una bacteria invadía su cuerpo con tanta rapidez que los médicos no alcanzaban a cercenar los trozos de tejido cuando ya otras partes habían muerto. Una cadena de oración primero entre tres miembros de una familia amiga, y después en comunión con los religiosos y religiosas de los colegios Nicolás Bravo e Ignacio Zaragoza detuvo a la llamada gangrena gaseosa.

La familia que oró en su favor, había recibido un libro con la vida y obra de monseñor Jesús María Echavarría, tercer obispo de la Diócesis de Saltillo en tiempos donde esta abarcaba la totalidad del territorio coahuilense.

Su milagrosa recuperación, es ahora objeto de una causa de canonización. Sin embargo, a décadas de lo ocurrido y con varios centenares de testigos presentados ante el Vaticano, aún se espera que ocurra otro milagro para lograr que el ex obispo de la Diócesis de Saltillo sea nombrado Santo.

Cuando monseñor Hilario González, obispo de la Diócesis de Saltillo dijo ignorar en qué etapa precisa se encontraba el proceso de canonización y que lo que se necesitaba era otro milagro; su respuesta no se encontraba nada alejada de la realidad.

La causa de monseñor Echavarría, va apenas en la segunda de las cuatro etapas de un proceso de canonización que sólo ha hecho excepciones tratándose de la Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II y Sor Lucía, la vidente de Fátima.

La primera etapa, ser un Siervo de Dios, ya fue contemplada, ser nombrado venerable también; lo que sigue es ser beato y finalmente Santo.

Y la beatificación requiere dos procesos: el primero, el llamado proceso de virtudes heroicas y, el segundo, el proceso que declara probado que Dios ha obrado un milagro por intercesión del fiel a quien se pretende beatificar. Una vez beatificado el fiel, por haberse demostrado fehacientemente sus virtudes vividas en grado heroico y por haberse demostrado que éste ha obrado un milagro, debe declararse probado un nuevo milagro por intercesión del ya Beato.

Ambos procesos judiciales de los más rigurosos y difíciles existentes, por lo que en efecto, es necesario otro milagro para lograrlo .

TESTIGOS DE SANTIDAD

Se selecciona sólo a 50 testigos para ser citados e interrogados:

9 sacerdotes

5 Monseñores

10 religiosas Hermanas Catequistas Guadalupanas

1 religiosa Salesiana

11 hombres

14 mujeres

Algunas personas lo conocieron desde que inició su labor pastoral como Obispo, otros siendo seminaristas y alumnos de las Escuelas Hogar, Colegios y Catequistas, además de colaboradores de su apostolado.

También se reunieron 105 de las 287 declaraciones de testigos, que conocieron y trataron al Siervo de Dios durante varios años de su vida.

3 obispos

31 Sacerdotes

1 Religioso

9 Religiosas

27 Hermanas del instituto de Catequistas Guadalupanas

212 Seglares (41 son hombres y 170 mujeres)

y 8 sobrinos de monseñor Echavarría

45 personas declararon sobre las virtudes del Siervo de Dios

5 de las cuales fueron testigos de oficio

Este proceso Diocesano se clausuró en la Iglesia Catedral de Santiago de Saltillo, el 19 de agosto de 1995, y fue llevado a Roma.

FRASES DE LOS TESTIGOS

“Un hombre obediente, dócil a una elevada vocación”

– Alfonso Vergara, testimonio 224

“Un educador que poseía el arte de corregir con verdadero sentido pedagógico”.

-Ana María Oyarzabal, testimonio 315

“Un hombre de paz, de bondad, de paciencia, de longanimidad, de misericordia, de amor”

-Felipe Torres Hurtado, testimonio 171

“Un hombre comprometido con su sacerdocio y con los sacerdotes”

-Monseñor Jesús Cortinas Hernández, Testigo Diócesis de

Torreón

Proceso del Milagro

La Legislación actual de la Iglesia pide un milagro para la Beatificación y otro para la Canonización, debido a la intercesión ante Dios (quien es el autor de los milagros) del Siervo de Dios.

El Proceso Diocesano sobre un supuesto milagro, efectuado el mes de mayo de 1996; en la persona del Dr. Alberto Mario De la Peña Rebonato, quien estaba en peligro de muerte debido a una gangrena gaseosa, el hecho sucedió en la ciudad de Saltillo.

El 28 de octubre de 1999, se inicia en Saltillo, Coahuila, México, la segunda etapa del proceso diocesano sobre el milagro con la tribuna diocesana integrado anteriormente y se suman a el los médicos: Javier Ramos Salas, de Medicina General, Bernardo Dávila Cárdenas, Gastroenterólogo y Corando Sáenz Aguirre, Inmunólogo y de Medicina Interna de Monterrey.

El 5 de enero del 2001 termina el proceso favorablemente y durante la clausura del Año Jubilar de la Redención, el sexto Obispo de Saltillo fray Raúl Vera Lópe entrega a Roma la documentación solicitada para probar la validez sobre el mencionado proceso del milagro.

En 2010 el doctor Treviño terminó con su trabajo de traducir el milagro médico a petición del papa Benedicto que consideró que además del idioma italiano, debería escribirse en inglés al considerar que la ciencia médica estaba más avanzada en los Estados Unidos.

En febrero de 2014, el papa Francisco otorgó el grado de “Venerable”, lo que de acuerdo con el proceso, lo encamina al siguiente paso que es la beatificación y posteriormente la canonización.

En la lista de los próximos candidatos a la beatificación, el Obispo mexicano Don Jesús María Echavarría, ostentaba el lugar 87 de la lista.

CAMINO A LA SANTIDAD

El 27 de marzo de 1905 arriba a la ciudad de Saltillo monseñor Echevarría, la Diócesis ocupaba todo el estado de Coahuila. Luchó porque niños y jóvenes salieran de la ignorancia para evitar la esclavitud fundando escuelas.

A imitación de la vida de Jesucristo, consideró el compromiso educativo como una de sus principales funciones y bajo esa óptica fundó escuelas y colegios para

niños y jóvenes, colaborando de manera particular con los hermanos de las escuelas cristianas. Uno de estos institutos, la academia San Juan Bosco, destinada a los estudiantes de escasos recursos.

Su servicio a la Diócesis de Saltillo duró 49 años.

Tras vivir dos veces en el exilio primero por la lucha revolucionaria y luego por la Guerra Cristera, muere el 5 de abril de 1954 a las 3.20 de la tarde.

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