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Por qué hay personas muy friolentas

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22 de Noviembre 2018
Sí, la grasa te protege...pero no es la única razón por la que puedes ser una persona friolenta

Nuestra capacidad para detectar cambios de temperatura es esencial para nuestra supervivencia. Pequeños cambios en nuestra temperatura central pueden tener efectos perjudiciales, lo que nos pone en riesgo de sufrir un golpe de calor en el verano o hipotermia en el invierno.

Para mantener una temperatura corporal central constante, nuestros cuerpos han desarrollado mecanismos sofisticados para detectar y responder a las fluctuaciones de la temperatura.

Los nervios en nuestra piel son nuestra primera línea de defensa: detectan cambios en la temperatura y pasan esta información al cerebro.

Sin embargo, nuestra percepción del frío es muy subjetiva. Una vez que el cerebro ha sido informado de una caída de temperatura, envía señales a nuestros vasos sanguíneos para restringir el flujo de la sangre en la piel, este proceso de vasoconstricción evita una mayor pérdida de calor y protege el núcleo corporal.

Además de limitar el flujo de sangre a la piel, empezamos a temblar. Estas contracciones musculares involuntarias y rítmicas generan calor para calentar nuestros cuerpos.

Estas respuestas fisiológicas están integradas en nuestro sistema, pero varían de persona a persona. El tamaño realmente importa cuando se trata del frío: cuanto mayor es el área de superficie corporal de una persona, más calor pierde.

Esto está estrechamente relacionado con el tamaño del tejido adiposo subcutáneo o la grasa debajo de la superficie de nuestra piel. La grasa es un gran material aislante. Cuanta más grasa tenga una persona, mejor es su aislamiento.

El sexo también influye, por ejemplo: un hombre y una mujer con la misma masa corporal y superficie comparable. Debido a que la mujer probablemente tendrá más grasa subcutánea, estará mejor aislada contra el frío.

Sin embargo, el sexo tiene un papel que desempeñar cuando se trata de nuestras extremidades, donde la vasoconstricción es más pronunciada en las mujeres. De hecho, hay pruebas de un gran estudio con gemelos que sugieren que los dedos fríos y los dedos de los pies están, en parte, determinados por nuestros genes.

Las fluctuaciones en las hormonas también contribuyen a la forma en que sentimos el frío. Las respuestas de las mujeres al frío varían durante sus ciclos menstruales. En los hombres, los niveles más altos de testosterona pueden reducir la sensibilidad al frío al desensibilizar uno de los principales receptores del frío, TRPM8, en la piel.

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