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“La Sangre de Cristo”

CIUDAD DE MÉXICO, 26MARZO2016.- Se llevó acabo la representación de la Pasión de Cristo y el Viacrucis en el Centro Varonil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla con el que se conmememoraron las actividades de la Semana Santa entre los reclusos.
FOTO: SAÚL LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 26MARZO2016.- Se llevó acabo la representación de la Pasión de Cristo y el Viacrucis en el Centro Varonil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla con el que se conmememoraron las actividades de la Semana Santa entre los reclusos. FOTO: SAÚL LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM

21 de Junio 2018

San Pablo asevera que en Cristo “tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos” (Ef. 1, 7). En efecto, ha sido la sangre derramada por Cristo, su propia vida entregada por él, el precio del rescate de nuestras vidas.
A Jesús, la excesiva pérdida de sangre lo llevó al límite de sus fuerzas en una deshidratación total que le provocó una sed intensa, como un fuego abrasador que devoraba no sólo su boca y su garganta sino todo su cuerpo, como lo describe el salmo 22: “Mi corazón, como cera, se funde en mis entrañas. Mi paladar está seco como teja y mi lengua pegada a mi garganta: tú me sumes en el polvo de la muerte”.

Desangrado, Jesús seguía vivo, respirando, oyendo, sintiendo, aunque reducido casi a la condición de un cadáver por la forzada inmovilidad y en absoluto desamparo. Clavado a la cruz, Jesús había sido colocado en la cima del artificio de la tortura en atroces sufrimientos que prolongaron su agonía frente a espectadores ociosos que lo injuriaban y ultrajaban.

El Señor, reducido desde su Cruz al último grado de impotencia, sufrimiento y degradación, aunque sin perder su majestad divina en su espíritu satisfecho por la misión cumplida, en su carne lacerada su sangre fue destilada lentamente, gota a gota…

Existen cuatro reliquias de la Pasión que contienen la Sangre de Cristo. Las dos primeras son dos lienzos grandes de tela de lino que quedaron empapados por su Sangre: el Santo Sudario, en la catedral de Oviedo, Asturias, España; y la Sábana Santa, en la catedral de Turín, Italia. Las otras dos reliquias son tres recipientes de cristal: uno de ellos se localiza en la capilla de la basílica de la Sagrada Sangre, en la ciudad de Brujas, Bélgica; y los otros dos, en la cripta de la basílica de san Andrés, en Mantua, Italia. Son las reliquias conocidas como “La Preciosa Sangre”.

La primera llegó a Brujas en 1150, procedente de Constantinopla. Es un pequeño trozo de tela, empapado de sangre, con el que san José de Arimatea ungió el cuerpo de Cristo antes de darle sepultura. Este paño se conserva dentro de un frasco de cristal de roca del siglo XI, un antiguo recipiente para perfumes de origen bizantino. A su vez, el frasco está contenido dentro de un relicario cilíndrico de vidrio.

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