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PARALAJE

28 de Noviembre 2019

Por: Hugo Díaz

RIÑAS

Esta semana comenzó a trascender en redes sociales un video en el que se aprecia a un grupo de jovencitas de una secundaria de Sabinas protagonizando una riña en la que varias de ellas agreden a una sola.

El material que contiene dicho video se antoja por momentos desestimable, pues en redes sociales estas escenas son cada vez más frecuentes, las mismas no hablan de otra cosa más que de la ausencia de valores y la poca o nula supervisión de padres de familia.

Dicho suceso comenzó a ser explotado en los medios de comunicación principalmente por dos factores: 1) Que la riña fue al interior de una escuela y 2) Aprovechando que había material para vestir la nota.

En mi opinión, desestimaré el segundo factor puesto que ahí, como buenos reporteros, no hacemos otra cosa más que dejarnos querer y actuar como cuando alguna fuente nos dice, queriendo o no, algo que nos interesa periodísticamente.

Pero el primer factor tiene varias aristas que vale la pena desmenuzar.

Citaré al pensador francés Pierre Bourdieu “La pregunta no es por qué me comprometo, sino cómo los demás pueden ser tan indiferentes”

Con relación a estos hechos he escuchado y leído comentarios en torno a la falta de supervisión de los maestros y dirección de la escuela para evitar ese tipo de sucesos. Cosa más equivocada no puede ser.

Los maestros como los alumnos están en su descanso, período que está considerado contractualmente, y en ese momento el docente no está obligado por nada a vigilar a los alumnos. Así que el resto queda entre la dirección y la prefectura.

¿Cuántos elementos humanos conforman entre dirección y prefectura para impedir que los alumnos se enfrasquen en una riña?, ¿cuántos alumnos conforman la población estudiantil? Estas preguntas aplíquelas a cualquier escuela secundaria pública en México.

Las escuelas no son penales para tener custodios, en los planteles hay guías que trabajan la activación académica de los chavos, estudiantes que vienen del cuidado de padres o tutores que por el amor que existe entre ellos, suponemos una inculcación de valores que ayudan al adolescente a privilegiar el diálogo antes que la violencia en un conflicto.

No debemos perder de vista que los maestros somos espejos en donde nuestros alumnos se reflejan, pero antes, en casa hay otros espejos que sino están limpios impedirán al adolescente una visión clara de lo que pretenden ser en un futuro no muy lejano.

Bien valdría la pena conocer los espejos en los que los adolescentes protagonistas de estas riñas pretenden reflejarse cada mañana.

Estos jóvenes van a ser el futuro ciudadano que forje el destino de nuestro país, y nos están pidiendo que los ayudemos, que los escuchemos, y hay que hacerlo. Pero también nos están pidiendo que les pongamos un límite y regalarles un no a tiempo; ¿Lo hacemos?