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Napito… de casta le viene

12 de Julio 2018

Capital del Acero

Por: Jesús Medina

No se niega la preparación y cultura de Napoleón Gómez Urrutia, es un ser privilegiado, bien preparado, con grados de excelencia en sus estudios profesionales.

“Polón”, como lo llamaba su padre Napoleón Gómez Sada, asistió a las mejores escuelas y vivió rodeado de lujos, así lo acostumbraron a vivir. No lo culpen. Así creció y así forjó su vida, haciendo todo tipo de maniobras para mantenerse dentro de esa serie de privilegios que da el ser un júnior crecido entre las mejores viandas y dormir en las mejores camas.

Desde la cuna paterna en Monterrey, Nuevo León, Gómez Urrutia pensaba que no había otra vida igual, aunque irónicamente existían y siguen existiendo, vidas muy distintas a la opulencia con la que él creció y que irónicamente se trata de los obreros que, llenos de carencias, vivían con poco, para darle mucho al líder.

Todos los factores estaban combinados para que a Napito se le forjara un estilo de vida definido entre lujos, él puso de su parte lo necesario para mostrar que su paso por las distintas escuelas no había sido en vano.

Amante del arte, capaz de hablar de la Iliada y la Odisea a rango de memoria, Gómez Urrutia heredó el imperialismo sindical al morir su padre y de ahí comienza a fraguar la debacle del gremio, como también la de su carrera en lides sindicales.

El Sindicato Nacional de Trabajadores Minero-Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, SNTMMSRM, formado por Napoleón Gómez Sada, tenía presencia en la mayor parte de las 31 entidades del país y en el entonces Distrito Federal.

Pero tras la herencia…

La caída.

Dos años previos a la muerte de Gómez Sada, su hijo Gómez Urrutia estuvo cercano en el edificio del sindicato en Vértiz en la Ciudad de México.

Elías Morales Hernández y Carlos Pavón Reyes, cercanos a Gómez Sada, sabían que con el júnior ahí, sus aspiraciones de llegar al liderazgo se acababan.

Pensamientos proféticos, muere el viejo Napo y con él acaban décadas de historias forjadas siempre con la misma ruta: el dinero.

Cada secretario general de las secciones mineras del país llevaba su cuota y estaba obligado a ponerle un poco más, al líder, como gran deidad le ofrendaban dinero y delicias de cada región. Era el padre de Napito, por eso, insistimos, no culpen a Gómez Urrutia de voracidad, así lo educaron.

Napito hereda el mando, Elías Morales y Carlos Pavón pasan a segundo término y se da el renacimiento del sindicalismo minero, más voraz, más intenso para las negociaciones.

Es el inicio de Napito… lo demás, su huida y ahora su retorno, es ya parte de una historia contemporánea.

Hasta la próxima.