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Enfoque

17 de Diciembre 2019

Por Eduardo J. De La Peña

Bajo una estrategia perversa MORENA, el partido de López Obrador, pretendía restar la de por sí menguada capacidad operativa del resto de los partidos, empujando una iniciativa para disminuir drásticamente el financiamiento público que se les otorga.

Parecía una jugada perfecta. Tomaron como bandera un legítimo reclamo social, pues hay efectivamente rechazo a que se les siga otorgando a los partidos una porción tan generosa de recursos públicos, pero en el fondo había un propósito avieso. Tramposo.

El trabajo político requiere de que se le inyecten recursos, dejar a los partidos sin dinero equivale a terminar de sacarlos de la competencia.

El financiamiento público a MORENA no le importa, para eso están todas las becas que reparte López Obrador, programas clientelares con los que está construyendo una estructura electoral con la que pretende irse apoderando de alcaldías, congresos locales y gubernatura.

En su juego va por todo.

Así que a pesar de que los partidos sean una decepción, que se han ganado el repudio ciudadano, los necesitamos en el momento actual, pues ya está visto que no hay condiciones en el país para que las candidaturas independientes tengan un impacto real.

Por eso hoy debemos reconocerles a los diputados que hayan rechazado la iniciativa de MORENA para disminuir el financiamiento público. Es preferible se siga gastando en los partidos, a no tenerlos y quedar completamente a merced de un presidente que además de tener ambiciones de poder absoluto, carece por completo de capacidad para conducir a este país.

En la ecuación de MORENA, se conjugaban quitar los recursos públicos, dificultar el financiamiento privado con radicales medidas fiscalizadoras a las empresas, y al combinarlo con el desmantelamiento de instituciones electorales y de defensa ciudadana tener como resultado un escenario en que no haya más ley que el capricho diario del presidente.

Como sociedad nos queda el reto de entender la paradoja a la que nos estamos enfrentando, y construir con participación activa y madura el cambio que anhelamos, pues si continuamos esperando redentores que nos resuelvan milagrosamente la compleja problemática que el país vive, seguiremos dando tumbos.

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