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Enfoque

Foto: Especial

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05 de Noviembre 2019

Por Eduardo J. de La Peña

Dos de los temas tratados en colaboraciones anteriores en Capital han generado reacciones de lectores que vale la pena abordar.

Respecto a las personas que sin tener necesidad reciben los recursos del programa “68 y más”, nos dicen que hay quienes estando en esa situación prefieren recibirlo y ayudar a alguien más con ese dinero, “pues de lo contrario el gobierno se lo va a quedar”, y preguntan si es cierto que “el gobierno” se quedaría con ese dinero.

Tal parece que en el fondo la pregunta o el temor es que si el beneficiario de una de estas becas de senectud no recoge su pago bimestral, algún vivales se quedará con los recursos en lo personal.

Efectivamente se corre ese riesgo. El programa carece de reglas, tampoco es transparente y difícilmente se le fiscaliza, en un escenario así está la mesa puesta para que alguien se sirva a su antojo.

Entonces lo que se debe demandar en principio es reglamentación, comenzando por definir quiénes realmente deben tener acceso al programa; implementar esquemas de comprobación de supervivencia como los que tienen IMSS e ISSSTE y definiendo los procesos de fiscalización para evitar desvíos.

La falla en la integración del padrón, abriendo la convocatoria para que se registrara todo adulto mayor de 68 años, propició el abuso del que ya hemos hablado — la gente de buena posición económica recibiendo la beca– y excluyó a otros que sí justifican el apoyo pero no pudieron acudir a los módulos de registro, como quienes viven en los asilos de ancianos o los indigentes.

En definitiva, el programa es mejorable en mucho. El gran problema es que estamos ante un gobierno resistente a reconocer errores y enderezar el rumbo.

El otro tema que motivó a lectores a escribirnos fue el referente a los riesgos y amenazas que afrontan los jóvenes hoy en día ante el crecimiento de las adicciones. Hablábamos de la importancia de le educación familiar y las responsabilidades de los padres.

Ante ello nos han planteado otra realidad, padres que aún habiendo estado cerca de sus hijos no lograron evitar la influencia de las malas amistades y los retos absurdos que los llevaron a probar las drogas, sin conseguir sacarlos ahora de esos hábitos.

Ahí es donde se plantean nuevamente retos sociales e institucionales. Para la sociedad generar la sensibilidad no únicamente para proteger a los de casa, sino para acompañar en la adversidad a quienes tienen una angustia de este tamaño y no encuentran el camino.

Y para las instituciones, dar a las familias herramientas para saber afrontar y superar estas realidades, y en materia de salud esquemas más amplios y eficientes de control y cura de adicciones.

No son situaciones sencillas, al contrario, son bastante complejas. Por eso hay que estar atentos, sensibles, activos.

ACOTACIONES

Por cierto, el caso que detonó el tema anterior, la desaparición de dos estudiantes en Monterrey, uno de ellos originario de Monclova, aún no se ha resuelto, como tampoco se sabe nada de una adolescente que desapareció hace un mes en Castaños.

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