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17 de Septiembre 2019

Por Eduardo J. De La Peña

Resulta interesante observar cómo cambia en cuestión de horas la forma en que los ciudadanos ven o lo que piensan respecto a una misma situación.

La tarde y noche del quince de septiembre en los corrillos y mesas se comentaba, con más morbo que psicosis, sobre el despliegue de seguridad en torno a los festejos patrios, y hasta se especulaba sobre un cambio de horarios por un presunto temor oficial de que algo ocurriera, sin faltar el dato de que en algunas partes del país prefirieron suspender la ceremonia alusiva al Grito de Independencia y la tradicional verbena que la enmarca.

Para media mañana de este lunes, y ya difundidas las versiones oficiales de saldo blanco, el tono, por increíble que parezca, era de cierto desencanto o velado reproche hacia lo que para algunos fue un exagerado operativo, “ya ven, no pasó nada”.

No está de más precisarlo y reflexionar en que, si bien no estamos en una situación de violencia desbordada en la que simplemente salir a la calle, mucho más participar en eventos masivos, sea peligroso, también es cierto que hay un asedio de grupos delictivos que anhelan retornar a Coahuila, y eso representa un riesgo que es necesario atajar.

Tan real es ese asedio, que el propio domingo hubo un ataque a policías estatales en la carretera ribereña, la ruta de Nuevo Laredo a Piedras Negras, y un agente murió como consecuencia de ello.

La amenaza, entonces, existe, y hay que reconocerla, no se puede ni se debe ocultar, y no es para generar psicosis ni para dejar de salir a la calle, afortunadamente hoy no estamos en la circunstancia de ceder nuestros espacios y libertades, pero eso es porque hay estrategia, equipamiento y decisión de prevenir y actuar.

El despliegue que se anunció, y se dio, para todas las poblaciones de la entidad, permitió generar el entorno para que todos pudiéramos disfrutar de las fiestas patrias como prefiriéramos.

Importante es recordar que así como el blindaje policiaco no se puede relajar, también debe ser consistente y firme el blindaje social y familiar, y esto implica no únicamente estar atentos a no permitir la intromisión de las bandas en la vida cotidiana de nuestras comunidades, sino también sumarse en la prevención y rechazo a otras expresiones de violencia, como la que se da en contra de la mujer, que está alcanzando índices muy graves en nuestra entidad. Revertirlo comienza en la casa de cada uno de nosotros.

 

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