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De Curas e impunidad

07 de Octubre 2018

Tras la Noticia

Alfredo Davila

Qué bueno que la justicia terrena por fin sometió a proceso, juzgó y sentenció a uno de los muchos sacerdotes pederastas que medran en Coahuila, quince años de prisión a Juan Manuel Riojas (a) El Padre Meño , ha sido la condena.

 

Que malo que asimismo quede impune el encubrimiento del Raúl Vera a los sacerdotes de su Diócesis acusados de abuso sexual, él también debe ir a prisión por ese delito, castigado por el código penal vigente.

 

Durante muchos años, demasiados para la opinión de muchos ciudadanos, los abusos sexuales contra menores de edad perpetrados por sacerdotes de la Iglesia Católica, fueron ocultados y solapados por la jerarquía eclesiástica.

 

Cuando estallaba un escándalo de esos, a lo más que  llegaba era a enviar a sus ministros de culto a otro lugar del país, donde después de un tiempo volvían a cobrar nuevas víctimas entre menores de edad inocentes, deslumbrados por poder que emana de una sotana y un alzacuellos.

 

Práctica que, por cierto fue ( y es aún?) utilizada frecuentemente por otra institución que también durante largos años se ha asumido como intocable en este país: el ejército. ¿Quién no ha escuchado las innumerables historias que se cuentan en torno a los abusos cometidos por las fuerzas castrenses en contra de la población civil?

 

A ver: No puede ser producto de la casualidad que ambas instituciones posean tribunales militares y eclesiásticos. Este solo hecho denota, a las claras, el desprecio que esas organizaciones tienen hacia la justicia civil. Tampoco es casual que cuando Raúl Vera fue requerido por la autoridad para que diera a conocer la identidad y los abusos cometidos por otros sacerdotes, el fraile Dominico se haya limitado a responder que él ya había pasado esa información a sus superiores en El Vaticano.

 

 Resulta inconcebible e indignante que la Iglesia sustraiga y proteja de la justicia seglar a estos individuos desquiciadosque alimentan y sacian sus más bajos instintos victimizando a niños y niñas. 

 

 El castigo más frecuente que, desde hace un tiempo, la iglesia católica acá en el noreste del país impone a los padres  acusados de abuso sexual, es enviarles a una magnífica residencia ubicada en las inmediaciones de la Sierra de Arteaga, Coahuila.

 

En ese paradisíaco lugar las “ovejas descarriadas” de la Santa Madre Iglesia, cuentan con todo el tiempo de mundo para “reflexionar y arrepentirse” de sus malas obras y, al cabo de un tiempo regresar, una vez readaptados, a impartir las enseñanzas del Señor.

 

 Volviendo al caso particular del obispo de Saltillo, lo menos que se puede decir de él es que sum postura es totalmente incongruente. Vera López se la vive criticando a cuanta persona y/o institución se le atraviesa en el camino. Los temas de las causas que dice defender son de lo más variopinto: derechos humanos, medio ambiente, temas laborales, corrupción política, conflictos de género y un largo etcétera.

 

Todo es utilizable para buscar los reflectores mediáticos nacionales y extranjeros, en su descabellada obsesión de ser tomado en cuenta para el Premio Nobel de la paz.

 

En su evidente arrogancia, el fraile dominico está convencido de que los miembros de la Iglesia Católica, como es su propio caso, se encuentran por encima de las leyes terrenas. Si éstos son los hombres del señor, pues jodidos estamos y así seguiremos. “Per secula, secolorum”.