POR HUGO DÍAZ
“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban en un bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Entonces rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio nobel” son la palabras que escribió el filósofo español Umberto Eco con relación a las redes sociales.
El escritor y filósofo italiano va más allá en su expresión, y menciona que lo dramático del internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad.
Vayámonos a la semana pasada cuando dos policías municipales en mi tierra, Nueva Rosita, fueron atacados a balazos por unos sujetos que en ese momento se dieron a la fuga.
La noticia corrió rápido por las redes sociales; y poco después en los medios tradicionales (como llaman los milenials) dando detalles y puntual seguimiento de los hechos. En los medios tradicionales la nota la dieron compañeros que dan la cara, tienen nombre, domicilio, familia, y que reciben al menos por el trabajo diario un temple que los dota de un olfato y sentido para cubrir este y otros hechos.
Usted y yo nos dimos cuenta de lo que circuló en las redes producto de aficionados al trabajo reporteril; facinerosos de la información que de entrada, mataron a un policía; Afirmaron que el policía herido había sido asesinado. Nada más falso. El policía fue trasladado a un hospital gravemente herido, pero con vida.
Le invito a un ejercicio de conciencia y le pregunto ¿Qué se diría de un reportero de medios tradicionales que afirmara la muerte del uniformado y más tarde comprobado que eso era falso?
El policía luchó una semana para sobrevivir a ese cobarde ataque que lo mantuvo en una cama de hospital y conectado a una máquina.
Me pregunto qué estará pasando por la mente de los opinadores, todológos que en redes sociales no habían pasado ni quince minutos y ya lo habían matado, ayer finalmente murió.
No se recuperó. Pero aun así quedaron como mentirosos y quedó de manifiesto la irresponsabilidad con la que en aras de la libertad de expresión miles de aficionados al ejercicio reporteril tunden teclas para conseguir seguidores y presumir “me gusta” en sus publicaciones.
No pido que no publiquen en redes los aficionados a reporteros. Solo me viene a la mente Don Gilberto Briseño cuando veía en su programa de aficionados al canto alguien con muchas dificultades para cantar, les preguntaba ¿Te gusta cantar cuñado? Y le contestaban con un contundente sí; entonces les reviraba “¡PUES APRENDE!”