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Periodismo zombi

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26 de Julio 2018
En una de las reingenierías del diario El Universal, a cargo de un grupo de listos de una organización mundial inexistente pero muy redituable, se decidió privilegiar las imágenes muy coloridas, grandes y con poco texto

En una de las reingenierías del diario El Universal, a cargo de un grupo de listos de una organización mundial inexistente pero muy redituable, se decidió privilegiar las imágenes muy coloridas, grandes y con poco texto.

El trabajillo que nunca fructificó, tuvo un costo de 12 millones de dólares, trascendió dentro del periódico y tuvo como base fundamental los llamados grupos de enfoque que consisten en encerrar a un grupo de personas en una habitación en la que analizarán (es un supositorio como cualquier otro) el producto.

En el caso de El Universal se presentó a jovencitas de una escuela de élite en la colonia Roma. Observaron con ojos expertos las ediciones de prueba que tenían como característica principal las enormes gráficas y los magros pies de foto que apuntaban información pero no la detallaban.

El color de los impresos era azul.

Las secciones: primera con temas nacionales, un par de hojitas con asuntos internacionales y una más extensa con la mezcla de asuntos de sociedad, espectáculos y atrás, perdida, una planita con dos, tres notitas culturosas.

Las niñas, cuyos BMW se amontonaban en las banquetas fronteras de la escuela, luego de intensa meditación y consulta entre ellas y la señora que toda despistada reconoció que nunca había visto antes un ejemplar del medio, llegaron a una conclusión: ¿y si le ponen un verdecito como el Reforma?

Mi director, Roberto Rock, sufría ante la imbecilidad de la consulta y mi intemperancia que se oponía a todo lo que sugerían los gringos vivales que en alguna oportunidad quisieron lucir su trabajo de rediseño de los principales diarios del sur del continente. Les mencioné mi trabajo como corresponsal en esas naciones y les pedí que me dieran nombres porque en todos suponía tener amigos, al menos conocidos.

Se quejaron, me acusaron de todo lo imaginario pero nunca pudieron acreditar tales trabajos.

Desde entonces intuí El peligro de “televisionar” la información privilegiando lo visual sobre los textos.

Creo que ya llegamos a ese punto.

No imagino en qué momento los jefes de Información, si existen todavía, los subdirectores o directores extraviaron el cerebro. Miro a los reporteros, muchos de ellos probados en mil batallas, trepados en las ancas de una motocicleta correteando una fila de vehículos de vidrios tan oscuros que no se puede apreciar nada.

Que allí va don Peje o Peña o la visitante canadiense de apellido Tierralibre o Freeland. ¿Y..?